Sunday, April 1, 2018

De las SECTAS ABRAHÁMICAS: JUDÍAS, CRISTIANAS y MUSULMANAS








Ciertamente no se encuentra, entre toda la humanidad, mejor persona, que la que guía su vida con las enseñanzas de la religión.  El hombre de fe, el creyente, es POR DEFINICIÓN: humilde, piadoso, misericordioso, compasivo, generoso, hospitalario, justo, pacifico; cuida de los pobres, de los desvalidos y de los enfermos sin pedir nunca nada a cambio, porque solo actúa movido por amor a la humanidad, al prójimo y a su Dios.
Esta verdad es válida sea cual sea la religión que se profese, pues en esencia, todas las religiones veneran el principio creador del Ser humano, del mundo y del universo, como es el caso de las tres religiones de las que queremos tratar aquí, porque veneran obviamente el mismo dios: el dios de Abraham y de Moisés también llamado Iahvé, Dios Padre o Al-lah.
Pero si esta verdad es constatable en la vida de muchos creyentes ¿Por qué la religión se ha manifestado a lo largo de la historia y se sigue manifestando cotidianamente, como un azote cruel y despiadado para muchos seres humanos, tanto creyentes como paganos? Es esta otra verdad igualmente constatable.
Por tanto es evidente que, con esta especie de esquizofrenia manifiesta,  nos encontramos al tratar el tema de la religión, con un serio problema.
Es además un problema que afecta sobremanera en la actualidad a todas las sociedades del planeta y que es preciso intentar resolver de una forma que debe de ser definitiva e inapelable, si queremos construir una sociedad planetaria acorde con los ideales políticos, filosóficos e intelectuales que una cultura realmente universal exige.
Ojala este pequeño texto ayude a avanzar en este sentido porque se escribe con esta única intención y finalidad.

¿QUÉ ES LA RELIGIÓN?



Partiremos de las definiciones ofrecidas por la RAE para contestar a esta y a las siguientes preguntas, con el fin de alejarnos de infinitas especulaciones a la hora de empezar nuestras indagaciones.
RELIGIÓN:
1/conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, particularmente la oración y  el sacrificio para darle culto.
2/ Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
3/ Profesión y observancia de la doctrina religiosa. 
De lo que parece desprenderse que la religión posee 5 elementos fundamentales: creencias, dogmas, sentimientos de veneración y temor, normas y ritos.
Empezaremos pues nuestras reflexiones con este primer elemento,
CREENCIA:
1/firme asentimiento y conformidad con algo.
2/ completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguro o cierto.
3/ religión, doctrina.

¿CUALES SON LAS CREENCIAS de las sectas abrahámicas?



Las creencias que sustentan la fe, básicamente están todas recogidas en los libros sagrados que reciben el “firme asentimiento y conformidad” de los creyentes. En el caso que nos ocupa, que llamamos él de las sectas abrahámicas, las creencias proceden de: el Tanaj (Biblia hebraica), El Nuevo Testamento y el Corán; textos a los que se da, sin lugar a duda entre sus respectivos adeptos, “un completo crédito”
En principio, las tres religiones reconocen la validez de la Biblia aunque, como es sabido, no existe una sola Biblia aceptada por todos, sino varias o por lo menos varias versiones y distintas interpretaciones, siendo quizás la de los musulmanes la más anecdótica o la menos doctrinal.
No podemos entrar ahora en todos los detalles, coincidencias y divergencias de estas interpretaciones,  por ser esto tarea muy extensa y por otra parte numerosas veces desarrollada por los eruditos y exégetas de cada secta. Queremos aquí ser breve, sintético y conciso.
Los teólogos adscritos a las distintas sectas se han pasado la vida estudiando cada palabra contenida en estos textos y cada uno considera como genuina su interpretación de la Biblia, denuncia como equivocadas las restantes y proclama como religión verdadera su particular doctrina. Esto les lleva a todos a considerar su propia interpretación como UNIVERSAL, sin percatarse que tal universalidad resulta ser una pura quimera, una mera fantasía intelectual, mientras persista alguna argumentación, distinta de la suya.
A pesar de todo, un gran corpus de creencias es común a todos los creyentes, judíos, cristianos y musulmanes, y entre ellas muchos elementos que son claramente desconcertantes, chocan con la más elemental racionalidad o contradicen en exceso el supuesto carácter ideal del hombre de fe expuesto al principio de este texto.

Voltaire, entre muchos otros pensadores, en su libro “La Biblia por fin explicada” publicada en 1776, ha dado un exhaustivo repaso a todos estos elementos. Abrumados por un dios tan predispuesto a incitar al odio, al asesinato y a la venganza, se multiplicaron los ateos entre los lectores de los textos sagrados, extendiéndose a toda probabilidad de existencia de un ser divino, su rechazo a este dios bíblico a veces tan antipático y desconcertante. Solo mencionaremos aquí, como ejemplo más evidente, la licencia dada al pueblo de Abraham (el pueblo “elegido por Iahvé”) para masacrar hasta el exterminio a los cananeos, amalecitas, amonitas, invasores filisteos y demás pobladores de la tierra prometida. 
Y no hay que olvidar que esta licencia sigue justificando hoy en día para algunos, la política del estado de Israel respecto a los palestinos así como, en otra interpretación, las actuaciones de los fundamentalistas musulmanes, que desembocan diariamente en ejecuciones, matanzas indiscriminadas y asesinatos de personas designadas según el caso como impuras, heréticas, paganas, idolatras, blasfemas, apostatas, pervertidas, pecadoras y un largo etcétera... También se puede mencionar, como otro ejemplo significativo, que algunas autoridades islámicas siguen ordenando la muerte por lapidación de la mujer adúltera, siguiendo una sentencia bíblica sin embargo ausente en el Corán.
Debe quedarnos muy claro que todos estos actos, que el hombre poseedor de las virtudes atribuidas al creyente no tiene más remedio que calificar de bárbaros, están sin embargo refrendados por creencias religiosas, es decir por una fe ciega en lo escrito en los libros sagrados y son perfectamente consecuentes con lo que cualquiera puede leer en estos textos.  Lo que nos lleva a plantear la siguiente pregunta:

 ¿POR QUE SON SAGRADOS LOS LIBROS RELIGIOSOS?



El carácter sagrado de los libros se debe a la consideración de que no son textos creados por la imaginación de hombre alguno, sino revelados, inspirados o incluso dictados directamente por la divinidad. Significa que contienen y expresan la mismísima palabra de Dios, dictada, plasmada y escrita en el idioma de los hombres que tuvieron el privilegio de hablar con él, principalmente los profetas y, en el caso de los cristianos, palabras y hechos del mismísimo hijo de Dios: Jesús Cristo.
Este carácter sagrado de los textos, la revelación divina de la que proceden, es el primer dogma para cualquier creyente, es decir que es “innegable y de creencia indiscutible y obligada”, como todas las afirmaciones que corresponden a este segundo elemento constitutivo de toda religión.
DOGMA:
1/ Proposición tenida por cierta e como principio innegable.
2/Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para el seguidor de cualquier religión.
Según la Biblia, Moisés habla directamente con Iahvé en numerosas ocasiones. Le hace preguntas directas y concretas; Iahvé le responde con palabras (habla el mismo idioma), le propone un pacto y le dicta lo que tiene que hacer en cada momento. Pero esta relación directa, de tú a tú, es una excepción y un privilegio del cual pocos hombres han gozado ya que, en principio, nadie  puede verle la cara sin encontrar una muerte instantánea. Y aunque el texto bíblico no suele dar muchos detalles de cómo Iahvé habla con uno o con otro, resulta interesante conocer cuáles son, cuando se mencionan, los medios por los que los hombres en general y los profetas en particular, hablan o se comunican con Iahvé. Estos medios básicamente son 3: los sueños, las suertes y la posesión.
LOS SUEÑOS: Iahvé habla a los hombres apareciendo en sus sueños, tenidos preferentemente en lugares sagrados. Él mismo o algún ángel enviado por él, usa palabras e imágenes propias del mundo de los sueños y el soñador (profeta, nabí, juez, sacerdote o rey) deduce de ellas lo que constituye el mensaje divino.
LAS SUERTES del EFOD: El efod es un artilugio que, manipulado por un sacerdote, contesta SI o NO a cualquier pregunta dirigida a Iahvé. Algo así como la suerte del cara o cruz pero inspirado directamente por dios. Según la Biblia este procedimiento se ha usado numerosas veces, muchas de ellas antes y durante las batallas.
LA POSESIÓN: En este proceso, el hombre deja de ser él mismo y el espíritu divino de Iahvé toma posesión de su cuerpo y habla por su boca. Es el método por excelencia de los nabíes bíblicos y de algunos profetas aunque también le sucedió a algunos reyes o notables, jefes de las tribus de Israel y Judá.
No hace falta hacer gala de mucho espíritu crítico para poner en entredicho el carácter objetivo y certero de estas comunicaciones o, si se prefiere, para destacar su indudable subjetividad y por tanto su evidente relatividad. Lo que también podría explicar en parte las contradicciones que plagan los textos.
Jesús, por su parte, es considerado por los cristianos como el “verbo hecho carne” o sea, es la encarnación de la palabra de Dios y los evangelios recogen las enseñanzas proporcionadas a la humanidad por este verbo divino personificado en el Cristo. Podría decirse que se trata de un nabí que no precisa experimentar el trance de la posesión y que además introduce un fundamental distanciamiento respecto a la tradición bíblica, identificándose de manera exclusiva con su componente mesiánica y reivindicando por vez primera una dimensión universal para la religión de Iahvé. También el cristianismo pone especialmente el acento sobre una cuarta vía de comunicación con el Dios-Padre que es la aparición o "sueño despierto": aparición de arcángeles y ángeles enviados del Señor, voz de Jesús dirigiéndose a Pablo de Tarso en el camino de Damasco y, gran novedad: apariciones de la Virgen María.
Mahoma también, emulando a Moisés, habla con Al-lah y aquel le contesta, en su idioma árabe, y le dicta directamente todo lo redactado en el Corán. No consta de que recurra a las suertes, pero si a los sueños y a la posesión divina, llegando a efectuar un viaje nocturno por los aires desde Meca a Jerusalén y de allí al séptimo cielo. Asume el legado cristiano y su pretensión mesiánica universal pero contesta la divinidad de Cristo al que considera un simple profeta antecesor del último y definitivo enviado de Al-Ah, encarnado en su persona.
Por tanto, para los adeptos de cada secta estos libros son sagrados, no se pueden cuestionar bajo ningún concepto porque ningún humano puede pretender censurar la palabra del Ser supremo, del creador del universo, de su propio creador.
Aquel es el argumento último que deja perplejos a todos los no-creyentes…  Hay que reconocer que, para cualquier espíritu racional, no les faltan razones. Porque, como han reconocido, muy a su pesar, a lo largo de los siglos muchos eruditos, el texto de estos libros ensalzan a veces actitudes execrables e incurre en numerosas contradicciones e incoherencias difíciles de sortear. Se hace entonces inevitable el llegar a preguntarse:

¿CÓMO PUEDE SER LO SAGRADO INCOHERENTE O IRRACIONAL?


Infinitas son las preguntas que estos textos generan en una mente racional. Por ejemplo: ¿Cómo puede Moisés dar a su pueblo el mandamiento divino de “no mataras” y enviar a continuación su gente de armas a exterminar todos los moradores de una ciudad? Porque, nos explican, este mandamiento no se referiría a toda la humanidad sino solo a los creyentes, miembros del pueblo elegido: “no mataras a un circunciso”. Desde Cristo, esto ya ¿No es válido? ¿Cambió Iahvé de criterio? ¿Cómo puede un Dios del que se dice que es todo amor hacía los seres que ha creado, castigarlos con sufrimiento, dolor, tortura, muerte violenta y genocidios? Es más: ¿Es lícito que estos castigos los imponga el creyente al creyente de otra secta, actuando en nombre de su dios, aunque aquel dios sea el mismo dios que él de su víctima? En definitiva: ¿Cómo tener por creencias, por hechos “seguros y ciertos”, unos relatos tantas veces contradictorios y/o claramente manipulados?
Se puede lógicamente considerar que otorgarle a estos textos un carácter sagrado permite eludir el tener que resolver coherentemente estas contradicciones: el dogma substituye y anula la razón.  Y a partir de aquí es donde puede naturalmente aparecer este tercer elemento definitorio de la religión: los sentimientos de veneración y temor hacia la divinidad.
SENTIMIENTO:
1/ Hecho o efecto de sentir o sentirse (sentir: experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas)
2/Estado afectivo del ánimo.
No se puede negar que la irracionalidad otorgue a la divinidad del dios de Abraham un carácter oscuro, que afecte inevitablemente a lo que uno siente, a nuestro estado afectivo, que asusta y hace que estos sentimientos de veneración y de temor sean efectivamente elementos indisociables de la religión. La veneración sirve en muchos casos para procurar mitigar el temor e intentar mejorar el estado de nuestro ánimo, a modo de antídoto. Si las circunstancias de la vida proporcionan al ser humano dolor, sufrimiento, tortura y muerte, numerosas veces infringidos en nombre de Dios y de su religión, ¿Cómo no sentir temor a dios? Cómo no preguntarse ¿Y para eso nos ha creado? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Me castigará menos, me perdonará mis errores, si le dirijo plegarias, le ofrezco sacrificios y hago penitencia? Esto parece ser la raíz del sentimiento religioso.
Una de las explicaciones con viso de racionalidad de este hecho se deriva de otro dogma compartido por las tres ramas religiosas: la naturaleza imperfecta del ser humano que le impide alcanzar con la razón la comprensión de la naturaleza y de los designios divinos. Tenemos que convencernos de que el ser humano, aunque creado a imagen y semejanza de Dios, en esencia, no es bueno. Fue bueno en un principio, cuando fue creado pero, por culpa de Eva y de la serpiente, ya no lo es y solo puede tender a serlo. Según todos los teólogos, solo la gracia divina que se puede alcanzar con la ayuda de la religión, salvará nuestra alma inmortal de la condena que trajo a la humanidad el pecado de Eva. El dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte misma son solo castigos de Dios por haber seguido un camino equivocado, por haberse desviado de los mandamientos divinos preservados por los sacerdotes. Dios, que quiere que el hombre se salve, se ve en la obligación de usar el castigo a sus criaturas, como método de enseñanza, para que cada generación aprenda de los errores de sus antepasados y procure no olvidar las virtudes religiosas pregonadas por los profetas y los sacerdotes que solo pueden abrir las puertas de la gracia, de la salvación. Según este razonamiento, los que hacen caso omiso de las enseñanzas de los sacerdotes, sufrirán en esta vida y no conseguirán salvarse, quedarán condenados para siempre, y se pudrirán en el infierno eternamente. Y como estas sentencias pueden ser fácilmente rebatidas por muchos ejemplos constatables a lo largo de la historia de la humanidad, no queda más remedio que intentar contestar a la siguiente pregunta.


¿PARA QUE SIRVE EXACTAMENTE LA RELIGIÓN?

Son los teólogos y los sacerdotes de cada una de las sectas, los encargados de fijar este cuarto elemento fundamental de la religión: las normas individuales y sociales. Referentes a todos los aspectos de la vida del Ser humano, están destinadas a establecer lo que se debe y lo que no se debe hacer en cada circunstancia, con el fin de agradar a Dios, de no tener nada que temer de él, de alcanzar la felicidad en esta vida y la salvación después de la muerte. La religión ofrece pues un marco social y político para el desarrollo de la sociedad, derivado de su concepción particular de lo que es la vida, la existencia del hombre y del mundo.


NORMA:
Reglas que se deben seguir o a las que se deben de ajustar las conductas, tareas, actividades, etc.
Las normas y la doctrina que conforman, resuman pues la finalidad y efectividad de la religión en cualquier sociedad. Proporcionar, e incluso si es necesario imponer por todos los medios, unas pautas de vida a la comunidad humana, es la finalidad esencial de toda actividad religiosa concreta y la tarea principal de los sacerdotes que actúan como intermediarios entre la humanidad y su creador, encargados de esclarecer los conceptos y de diferenciar el bien del mal, por medio de la interpretación de los textos sagrados, desarrollada por los teólogos. Ellos proclaman que la moral y la ética son patrimonio exclusivo de la religión ya que, sin temor a Dios, el hombre no seguiría el camino del bien y, siendo imperfecto por naturaleza, se quedaría transitando las vías del pecado, penando en este mundo y condenando su alma inmortal al infierno, irremediablemente. Las normas, la doctrina, descansan pues sobre los dogmas derivados de las creencias y quedan establecidas por los padres, maestros y sumos sacerdotes de cada secta a lo largo de la historia. A este propósito resulta interesante hacer notar que sin embargo, ninguno de los libros sagrados ha sido redactado de puño y letra por los presuntos fundadores de cada secta y presuntos interlocutores directos de Iahvé.


Ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni siquiera Moisés, escribieron el Tanaj, ni Jesús los Evangelios, ni Mahoma el Corán. Quizás en parte por ese motivo, a pesar de proceder todos los textos sagrados de un tronco de creencias comunes, difieren tanto los dogmas y las normas de una secta a otra. Jesús contestó las normas seguidas por los fariseos y los levitas. Mahoma, que habla directamente con Al-Ah, contesta la divinidad de Cristo, dogma esencial del cristianismo, desde el 1º concilio de Nicea (325 d.c.). ¿Muda entonces a menudo de ideas Iahvé? Pasa de ser dios exclusivamente del pueblo elegido de los circuncisos, a ser dios de toda la humanidad con el envío de su hijo a la tierra. Luego,  7 siglos mas tarde, ¿reniega de la divinidad de Cristo y envía un profeta último y definitivo? ¿Puede haber más contradicciones en los dogmas que a Él se refieren? Alguien, en todas estas historias, debe de estar mintiendo o por lo menos no cuenta la verdad.
Estos dogmas y estas normas, además, se complementan siempre con diversos ritos, quinto elemento constitutivo de toda religión, que es él que más claramente todavía, permite diferenciar una secta de la otra.

RITO:
1/costumbre o ceremonia
2/conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas
Los ritos, que según la definición de la religión son principalmente de oración y sacrificio, vuelven a situarnos en el terreno de los sentimientos, arraigados en las costumbres, en las ceremonias y en la tradición. Cualquier creyente pide favores a su dios y ofrece sacrificios, o penitencia, con tal de facilitar la consecución de estos y el perdón de sus pecados; el rito marca las pautas a seguir para cada circunstancia y suele ser dirigido por los sacerdotes. La existencia de ritos de difícil comprensión o explicación racional, como por ejemplo el de la circuncisión, o los relacionados con la mortificación del cuerpo, parece fundamentalmente destinada a asegurar la homogeneidad del grupo de los creyentes de cada secta, haciéndoles participes de unas experiencias exclusivas y altamente definitorias, con una fuerte carga sentimental y emocional que incluso llegan a extraer su potencial máximo de su aparente irracionalidad o falta de sentido.


Porque lo irracional, lo que existe fuera de la razón, o dicho de otro modo: lo que la razón no alcanza a explicar y sin embargo existe, es decir en definitiva la ignorancia, es el terreno predilecto y abonado de la religión. En él residen los principales motivos de su supervivencia en todas las sociedades: la religión es lo que da sentido a lo que escapa a la razón, al entendimiento lógico, al conocimiento empírico y conecta por medio de la intuición, la iluminación, la enajenación o el misterio, con lo desconocido de la vida, con la evidente ignorancia respecto al significado de la existencia del hombre, del mundo y del cosmos. De este modo la religión se apropia y monopoliza la explicación del milagro definido como resultado de un acto divino que la razón humana es incapaz de alcanzar o entender y reemplaza toda explicación lógica sobre el misterio de la vida por una costumbre intelectual, una tradición plasmada en un orden social inamovible que pocos se atreven a contestar por temor a sufrir represalias de todo tipo y ciertamente un cierto grado de exclusión social.

¿PORQUE SUBSISTAN LAS RELIGIONES ABRAHAMICAS
A PESAR DE LA IRRACIONALIDAD DE SUS DOCTRINAS?

Tres siglos después de la ilustración, sigue sorprendiendo la defensa de unas creencias y de unos dogmas ingenuos, por no repetir: claramente irracionales e incoherentes, en ámbitos intelectuales como el universitario, donde se supone que tiene que prevalecer todo lo contrario: la racionalidad y el rigor científico.  Sin embargo es cierto también como apuntamos, que algunas experiencias espirituales, particularmente las místicas y las artísticas que son las que posibilitan la magia o el milagro, son difícilmente asimilables por medio de la pura razón que solo puede articularse a partir de conocimientos comprobados y de deducciones lógicas. Pero el caso es que estas experiencias espirituales rigurosas tampoco son fácilmente asimilables desde el punto de vista de la religión: a lo largo de la historia no hay místico ni artista que no haya sido objeto de molestias, condena o persecución por parte del estamento religioso con él que le ha tocado convivir… Aunque en determinados casos, y en general post-mortem, hayan podido alcanzar sonoro reconocimiento e incluso beneficiarse del estatus de santo.


A lo largo de los siglos, las distintas ortodoxias han sido constantemente cuestionadas por pensadores, sabios y teólogos, lo que ha propiciado docenas de cismas con sus correspondientes herejías y continuos enfrentamientos violentos entre ramas distintas de una misma religión. Así anda ahora el mundo con unas pléyades de sectas reclamándose de alguna rama de la tradición abrahamicas: judías, cristianas o musulmanas, protagonizando abiertamente luchas y guerras crueles de las que son víctimas millones de seres inocentes.


En este siglo XXI, en todas partes, la religión monoteísta anda fuertemente imbricada con intereses políticos, económicos y culturales y se muestra claramente incapaz de imponer el ideal de hombre religioso que hemos descrito como referente universal porque, obviamente, el dios de Abraham al que todos veneran, no es, ni ha sido nunca, un personaje particularmente pacifico. En el momento histórico actual, de construcción de una sociedad planetaria universal, la religión es un mero instrumento de poder, utilizado directa como indirectamente, por las facciones que se disputan el liderazgo mundial y a la postre, el dominio del planeta. Y la mayoría de los sacerdotes de las tres religiones se prestan a este juego, lo justifican con sus particulares matices antes sus seguidores, pensando asegurar de este modo la supervivencia de su particular doctrina, de sus creencias, de sus dogmas, de sus normas y de sus ritos, que cada uno defiende siempre como propios de la religión verdadera y auténticamente “universal”.



PRIMERAS CONCLUSIONES RESPECTO A LAS SECTAS ABRAHAMICAS

Por todo lo expuesto anteriormente es posible afirmar que, al fin y al cabo, las religiones abrahamicas aparecen "de facto" nacidas de una interpretación muy simplista, infantil o ingenua y en definitiva bastante burda, de la evidente naturaleza espiritual del Ser humano, del mundo y del universo; une interpretación reflejada originariamente en la(s) Biblia(s).
También podemos decir que, respecto a su papel en las sociedades donde actúan, se le puede perfectamente calificar de autenticas mafias del espíritu por su pretensión de monopolizar la espiritualidad, valorar y juzgar toda actividad espiritual e intelectual. Y sin embargo, ninguna de ella, ni la judía, ni la cristiana, ni la musulmana podrá jamás encarnar una concepción espiritual que satisfaga y corresponda a la autentica naturaleza espiritual de toda la humanidad. Para poder hacerlo tendrían que renunciar definitivamente a sus respectivas creencias, dogmas y doctrinas que son los elementos que las definen y diferencian.



Considerando la larga historia de la humanidad, acreedora de cientos de miles de años, y los más de 4.000 años de los que presume la tradición abrahamica, a pesar de algunos aspectos positivos que hemos mencionados en la introducción de este texto pero que, deliberadamente, no hemos desarrollados, esta tradición puede considerarse por muchas razones como una virulenta plaga intelectual, todavía muy mortífera, que ha afectado gran parte del género humano y de la que la humanidad tarde o temprano tendrá que librarse para poder construir una sociedad planetaria con verdadero carácter universal, moral, ética y espiritualmente avanzada. La hora de las sectas abrahamicas ha pasado; están en decadencia porque pertenecen a la infancia de la humanidad, a una concepción espiritual heredada de un pueblo de pastores nómadas e incultos, desprovista de toda verdadera perspectiva cósmica de la existencia.




                                                 ¿PORQUE SON INFANTILES LAS TEOLOGÍAS DE LAS SECTAS ABRAHAMICAS?

El infantilismo de las sectas abrahamicas consiste fundamentalmente en haber plasmado, dogmatizado y sacralizado en diversos libros y escrituras, expresiones humanas, históricas, individuales y colectivas, de la dimensión espiritual UNIVERSAL que engendra al universo. Estos textos han sido evidentemente redactados por seres humanos, dotados de mentes sin duda algunas veces inspiradas pero en muchas ocasiones también presas de la ignorancia, intelectualmente limitadas y no pocas veces descaradamente interesadas.
Las experiencias espirituales, humanas, de Moisés, Cristo o Mahoma, con sus grandezas y limitaciones, han sido interpretadas, tergiversadas en su esencia y finalmente ridículamente dogmatizadas. Su valiosa aportación intelectual y espiritual a las sociedades en las que vivieron ha sido posteriormente utilizada para fines materiales totalmente ajenos e incluso literalmente opuestos a sus mismas enseñanzas.
La sacralización de unos textos que ninguno de ellos escribió de su puño y letra, a los que ni siquiera tuvieron la oportunidad de dar el visto bueno, es desde todo punto de vista racional una aberración intelectual, carente de todo rigor como de valor científico.


El dogma judío del pueblo elegido de los circuncisos, el dogma cristiano de la santa trinidad, el dogma musulmán del mensaje definitivo, la idea de un dios que realmente aparece a imagen y semejanza del hombre, antropomórfico, habitante de los cielos, creador alfarero fácilmente encolerizado con sus criaturas, que da una tierra prometida a Abraham, con licencia para exterminar los pueblos allí establecidos, que envía a su hijo para salvar a los hombres del pecado original, que hace de Mahoma su enviado especial para transmitir a la humanidad su mensaje definitivo y le permite, de nuevo, usar la violencia contra los paganos incrédulos, todos estos dogmas y muchos más  referentes a la divinidad, contradictorios entre sí, son de un infantilismo intelectual absoluto y espantoso.
Seguir aferrándose a estas creencias y dogmas es quedar anclado sin remedio en el pasado oscuro de la humanidad y renunciar a un futuro tan luminoso y diáfano como necesario.
Por otra parte obviar la responsabilidad de estos dogmatismos irracionales en los actuales conflictos planetarios es una postura totalmente reprochable e inadmisible desde el punto de vista de la coherencia intelectual.
Es evidente que estos dogmatismos han sido y son todavía la justificación intelectual latente e incluso muchas veces, claramente esgrimida a lo largo de la historia por los actores de todos los conflictos pasados y presentes surgidos en el seno y entre las tres familias monoteístas.
La racionalidad nacida de la ilustración que a lo largo de los últimos siglos ha intentado servir de contrapeso al dogmatismo religioso, solo se ha podido nutrir del saber y del conocimiento, guiado por la razón y la ciencia. Sin embargo, el hecho de que la transmisión del conocimiento y del saber, en las  sociedades monoteístas, ha estado monopolizado históricamente durante siglos por personas imbuidas por estos dogmatismos religiosos, explica porque estos dogmatismos siguen impregnando todavía TODOS los SECTORES de la sociedad y en particular prácticamente todas las opciones políticas con su corpus ideológico, incluido a veces las que se proclaman abiertamente ateas, laicas, a-confesionales o incluso anti-clericales. Sin embargo, poco a poco, los dogmatismos religiosos van perdiendo peso especifico en la vida intelectual de los pueblos y una nueva conciencia espiritual se va conformando entre las nuevas generaciones.

¿ES POSIBLE UNA TEOLOGÍA UNIVERSAL RACIONAL Y COHERENTE?

Como hemos demostrado anteriormente ninguna teología derivada de la tradición abrahamica puede pretender convertirse en UNIVERSAL sin renunciar a su esencia, a lo que la caracteriza y diferencia. La sociedad planetaria del futuro no puede ser espiritualmente ni judía, ni cristiana, ni musulmana sino, por decirlo de algún modo, mucho más allá… Su conciencia espiritual solo puede tomar distancia respecto a estas tradiciones primitivas, infantiles o ingenuas.
La ciencia, lentamente, en batalla constante con los conceptos anclados en las sociedades religiosas, ha ido demostrando lo equivocado y absurdo de los planteamientos religiosos respecto a la naturaleza del hombre, del mundo y del universo.


La ilustración europea del siglo XVIII trajo revoluciones políticas y sociales así como la aparición  a lo largo del siglo XIX de poderosas teorías científicas que han supuesto una negación, irreversible por incontestable, de muchos postulados religiosos.
La ciencia ha demostrado que vivimos en un universo en continuo movimiento, perpetua expansión y constante evolución, constituido básicamente por materia (visible como invisible) y por energía en interacción permanente.
La ciencia ha demostrado la estrecha relación entre esta materia y esta energía llegando a la conclusión de que la primera no es otra cosa que una forma de "energía concentrada”.


                           La naturaleza espiritual, intelectual, pensante, soñadora, creadora, de un Ser humano materialmente tan insignificante a escala cósmica, permite intuir que del mismo modo que la energía vital es capaz de engendrar estos cuerpos humanos dotado de facultad pensante, esta misma energía engendra muy probablemente a escala cósmica, “cuerpos vivos” que pueblan el universo, constituidos de una materia que no es ni neutral ni inerte sino que está dotada de alguna manera de un componente ESPIRITUAL esencial. Las ultimas tendencias de la física cuántica y de la biología apuntan a la "información" codificada en los genes como ejemplo de este componente que se manifiesta y está presente en todo lo vivo, todo lo que se mueve, todo lo que se expande y evoluciona. Pensar que en toda la inmensidad del cosmos, solo el ser humano está dotado de un poder creador y pensante es una temeridad carente de sentido.
Este componente espiritual universal que, repetimos, debe de estar presente en grado diverso en todo lo que engendra la energía, en toda la materia viva, en todo lo que como todo lo vivo, nace, crece, se expande multiplicándose y finalmente desaparece o muere transformándose, es lo único que puede asemejarse lógicamente con lo que los religiosos de las sectas abrahamicas han ido llamando en sus libros sagrados sucesivamente Iahvé, Dios padre, Al-Ah y se corresponde con lo que también en otro lugares del planeta, los hinduistas y budistas llaman Dharma, los chinos llaman Tao o los animistas denominan simplemente esencia o naturaleza.
Esta es una verdad donde puede confluir, más allá de todas las ridículas disputas teológicas, los místicos con los artistas. En ella puede hallarse una comprensión superior de todas las religiones del planeta y conciliarse de alguna manera, por fin, la razón con la fe.
Esta conciliación es el reto que tanto trabajo ha dado a lo largo de la historia a los pensadores imbuidos por los credos abrahamicos, como, por ejemplo, el teólogo jesuita Theillard de Chardin  buscando desesperadamente inspiración en el matemático ruso Vladimir Verdansky y su concepto de la noosfera o las actuales tentativas de los intelectuales musulmanes del siglo XXI por promover una ilustración capaz de reformar las instituciones del Islam y alejarlas del fundamentalismo.


Estos esfuerzos resultan un tanto patéticos y la conciliación entre fe y razón parece bastante lejos de quedar resuelta si no se asume la “revelación científica”, lógica, del componente espiritual de la energía creadora del universo, desechando de una vez para siempre la burda “revelación” antigua de la Biblia y sus derivados que ha conducido a los más escépticos al ateísmo mas estricto: creer en la existencia del dios de la Biblia, tal como viene allí descrito, es un despropósito que solo puede llevar a su más enérgico rechazo e incluso rotunda negación.
La ciencia también enseña que nuestro saber respecto a la verdadera naturaleza del universo es muy limitado, que no sabemos por ejemplo lo que es la materia invisible, y que nuestro conocimiento certero avanza lentamente, a base de hipótesis, teorías que se procuran confirmar y que se modifican en función de cada nuevo descubrimiento, a lo largo de los años y de los siglos.
Una teología universal y coherente debe imperativamente substituir las creencias absolutas por conocimientos probados y siempre crecientes, evolucionando en el tiempo, porque tenemos la certeza que en este universo del que formamos parte absolutamente TODO está en constante transformación, evolución y expansión.
Una teología universal no puede regirse con dogmas inmutables sino en todo caso por evidencias obvias, ineludibles y de sentido común, como, por ejemplo, la incapacidad de la materia para viajar a mayor velocidad que la luz sin llegar a desintegrarse.
Una teología universal no debe de producir nunca sentimientos de temor hacia lo misterioso sino más bien, todo al contrario, sentimientos de curiosidad, de amor infinito hacia todo lo vivo, de pasión por el conocimiento, de empeño en el descubrimiento de lo desconocido.


Una teología universal debe de procurar siempre un sentimiento de esperanza alegre, lleno de pasión vital, hacia el porvenir de una humanidad amante del saber, en comunión espiritual y por fin reunida en una única sociedad planetaria, navegando sin temor alguno en su “barco de piedra, por los mares del cosmos”.

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