Ciertamente
no se encuentra, entre toda la humanidad, mejor persona, que la que
guía su vida con las enseñanzas de la religión. El hombre de fe, el
creyente, es POR DEFINICIÓN: humilde, piadoso, misericordioso,
compasivo, generoso, hospitalario, justo, pacifico; cuida de los pobres,
de los desvalidos y de los enfermos sin pedir nunca nada a cambio,
porque solo actúa movido por amor a la humanidad, al prójimo y a su
Dios.
Esta verdad es válida sea cual sea la religión que se
profese, pues en esencia, todas las religiones veneran el principio
creador del Ser humano, del mundo y del universo, como es el caso de las
tres religiones de las que queremos tratar aquí, porque veneran
obviamente el mismo dios: el dios de Abraham y de Moisés también llamado
Iahvé, Dios Padre o Al-lah.
Pero si esta verdad es constatable en
la vida de muchos creyentes ¿Por qué la religión se ha manifestado a lo
largo de la historia y se sigue manifestando cotidianamente, como un
azote cruel y despiadado para muchos seres humanos, tanto creyentes como
paganos? Es esta otra verdad igualmente constatable.
Por tanto
es evidente que, con esta especie de esquizofrenia manifiesta, nos
encontramos al tratar el tema de la religión, con un serio problema.
Es
además un problema que afecta sobremanera en la actualidad a todas las
sociedades del planeta y que es preciso intentar resolver de una forma
que debe de ser definitiva e inapelable, si queremos construir una
sociedad planetaria acorde con los ideales políticos, filosóficos e
intelectuales que una cultura realmente universal exige.
Ojala este pequeño texto ayude a avanzar en este sentido porque se escribe con esta única intención y finalidad.
¿QUÉ ES LA RELIGIÓN?
Partiremos
de las definiciones ofrecidas por la RAE para contestar a esta y a las
siguientes preguntas, con el fin de alejarnos de infinitas
especulaciones a la hora de empezar nuestras indagaciones.
RELIGIÓN:
1/conjunto
de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de
veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta
individual y social y de prácticas rituales, particularmente la oración
y el sacrificio para darle culto.
2/ Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
3/ Profesión y observancia de la doctrina religiosa.
De lo que parece desprenderse que la religión posee 5 elementos fundamentales: creencias, dogmas, sentimientos de veneración y temor, normas y ritos.
Empezaremos pues nuestras reflexiones con este primer elemento,
CREENCIA:
1/firme asentimiento y conformidad con algo.
2/ completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguro o cierto.
3/ religión, doctrina.
¿CUALES SON LAS CREENCIAS de las sectas abrahámicas?
Las creencias que sustentan la fe, básicamente están todas recogidas en los libros sagrados que reciben el “firme asentimiento y conformidad”
de los creyentes. En el caso que nos ocupa, que llamamos él de las
sectas abrahámicas, las creencias proceden de: el Tanaj (Biblia hebraica), El Nuevo
Testamento y el Corán; textos a los que se da, sin lugar a duda entre
sus respectivos adeptos, “un completo crédito”.
En
principio, las tres religiones reconocen la validez de la Biblia aunque,
como es sabido, no existe una sola Biblia aceptada por todos, sino
varias o por lo menos varias versiones y distintas interpretaciones,
siendo quizás la de los musulmanes la más anecdótica o la menos
doctrinal.
No podemos entrar ahora en todos los detalles,
coincidencias y divergencias de estas interpretaciones, por ser esto
tarea muy extensa y por otra parte numerosas veces desarrollada por los
eruditos y exégetas de cada secta. Queremos aquí ser breve, sintético y
conciso.
Los teólogos adscritos a las distintas sectas se han
pasado la vida estudiando cada palabra contenida en estos textos y cada
uno considera como genuina su interpretación de la Biblia, denuncia como
equivocadas las restantes y proclama como religión verdadera su
particular doctrina. Esto les lleva a todos a considerar su propia
interpretación como UNIVERSAL, sin percatarse que tal universalidad
resulta ser una pura quimera, una mera fantasía intelectual, mientras
persista alguna argumentación, distinta de la suya.
A pesar de
todo, un gran corpus de creencias es común a todos los creyentes,
judíos, cristianos y musulmanes, y entre ellas muchos elementos que son
claramente desconcertantes, chocan con la más elemental racionalidad o
contradicen en exceso el supuesto carácter ideal del hombre de fe
expuesto al principio de este texto.
Voltaire,
entre muchos otros pensadores, en su libro “La Biblia por fin
explicada” publicada en 1776, ha dado un exhaustivo repaso a todos estos
elementos. Abrumados por un dios tan predispuesto a incitar al odio, al
asesinato y a la venganza, se multiplicaron los ateos entre los
lectores de los textos sagrados, extendiéndose a toda probabilidad de
existencia de un ser divino, su rechazo a este dios bíblico a veces tan
antipático y desconcertante. Solo mencionaremos aquí, como ejemplo más
evidente, la licencia dada al pueblo de Abraham (el pueblo “elegido por
Iahvé”) para masacrar hasta el exterminio a los cananeos, amalecitas,
amonitas, invasores filisteos y demás pobladores de la tierra
prometida.
Y no hay que olvidar que esta licencia sigue
justificando hoy en día para algunos, la política del estado de Israel
respecto a los palestinos así como, en otra interpretación, las
actuaciones de los fundamentalistas musulmanes, que desembocan
diariamente en ejecuciones, matanzas indiscriminadas y asesinatos de
personas designadas según el caso como impuras, heréticas, paganas,
idolatras, blasfemas, apostatas, pervertidas, pecadoras y un largo
etcétera... También se puede mencionar, como otro ejemplo significativo,
que algunas autoridades islámicas siguen ordenando la muerte por
lapidación de la mujer adúltera, siguiendo una sentencia bíblica sin
embargo ausente en el Corán.
Debe quedarnos muy claro que todos
estos actos, que el hombre poseedor de las virtudes atribuidas al
creyente no tiene más remedio que calificar de bárbaros, están sin
embargo refrendados por creencias religiosas, es decir por una fe ciega
en lo escrito en los libros sagrados y son perfectamente consecuentes
con lo que cualquiera puede leer en estos textos. Lo que nos lleva a
plantear la siguiente pregunta:
¿POR QUE SON SAGRADOS LOS LIBROS RELIGIOSOS?
El
carácter sagrado de los libros se debe a la consideración de que no son
textos creados por la imaginación de hombre alguno, sino revelados,
inspirados o incluso dictados directamente por la divinidad. Significa
que contienen y expresan la mismísima palabra de Dios, dictada, plasmada
y escrita en el idioma de los hombres que tuvieron el privilegio de
hablar con él, principalmente los profetas y, en el caso de los
cristianos, palabras y hechos del mismísimo hijo de Dios: Jesús Cristo.
Este
carácter sagrado de los textos, la revelación divina de la que
proceden, es el primer dogma para cualquier creyente, es decir que es “innegable y de creencia indiscutible y obligada”, como todas las afirmaciones que corresponden a este segundo elemento constitutivo de toda religión.
DOGMA:
1/ Proposición tenida por cierta e como principio innegable.
2/Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para el seguidor de cualquier religión.
Según
la Biblia, Moisés habla directamente con Iahvé en numerosas ocasiones.
Le hace preguntas directas y concretas; Iahvé le responde con palabras
(habla el mismo idioma), le propone un pacto y le dicta lo que tiene que
hacer en cada momento. Pero esta relación directa, de tú a tú, es una
excepción y un privilegio del cual pocos hombres han gozado ya que, en
principio, nadie puede verle la cara sin encontrar una muerte
instantánea. Y aunque el texto bíblico no suele dar muchos detalles de
cómo Iahvé habla con uno o con otro, resulta interesante conocer cuáles
son, cuando se mencionan, los medios por los que los hombres en general y
los profetas en particular, hablan o se comunican con Iahvé. Estos
medios básicamente son 3: los sueños, las suertes y la posesión.
LOS
SUEÑOS: Iahvé habla a los hombres apareciendo en sus sueños, tenidos
preferentemente en lugares sagrados. Él mismo o algún ángel enviado por
él, usa palabras e imágenes propias del mundo de los sueños y el soñador
(profeta, nabí, juez, sacerdote o rey) deduce de ellas lo que
constituye el mensaje divino.
LAS SUERTES del EFOD: El efod es un
artilugio que, manipulado por un sacerdote, contesta SI o NO a
cualquier pregunta dirigida a Iahvé. Algo así como la suerte del cara o
cruz pero inspirado directamente por dios. Según la Biblia este
procedimiento se ha usado numerosas veces, muchas de ellas antes y
durante las batallas.
LA POSESIÓN: En este proceso, el hombre deja
de ser él mismo y el espíritu divino de Iahvé toma posesión de su
cuerpo y habla por su boca. Es el método por excelencia de los nabíes
bíblicos y de algunos profetas aunque también le sucedió a algunos reyes
o notables, jefes de las tribus de Israel y Judá.
No hace falta
hacer gala de mucho espíritu crítico para poner en entredicho el
carácter objetivo y certero de estas comunicaciones o, si se prefiere,
para destacar su indudable subjetividad y por tanto su evidente
relatividad. Lo que también podría explicar en parte las contradicciones
que plagan los textos.
Jesús, por su parte, es considerado por
los cristianos como el “verbo hecho carne” o sea, es la encarnación de
la palabra de Dios y los evangelios recogen las enseñanzas
proporcionadas a la humanidad por este verbo divino personificado en el
Cristo. Podría decirse que se trata de un nabí que no precisa
experimentar el trance de la posesión y que además introduce un
fundamental distanciamiento respecto a la tradición bíblica,
identificándose de manera exclusiva con su componente mesiánica y
reivindicando por vez primera una dimensión universal para la religión
de Iahvé. También el cristianismo pone especialmente el acento sobre una
cuarta vía de comunicación con el Dios-Padre que es la aparición o
"sueño despierto": aparición de arcángeles y ángeles enviados del Señor,
voz de Jesús dirigiéndose a Pablo de Tarso en el camino de Damasco y,
gran novedad: apariciones de la Virgen María.
Mahoma también,
emulando a Moisés, habla con Al-lah y aquel le contesta, en su idioma
árabe, y le dicta directamente todo lo redactado en el Corán. No consta
de que recurra a las suertes, pero si a los sueños y a la posesión
divina, llegando a efectuar un viaje nocturno por los aires desde Meca a
Jerusalén y de allí al séptimo cielo. Asume el legado cristiano y su
pretensión mesiánica universal pero contesta la divinidad de Cristo al
que considera un simple profeta antecesor del último y definitivo
enviado de Al-Ah, encarnado en su persona.
Por tanto, para los
adeptos de cada secta estos libros son sagrados, no se pueden cuestionar
bajo ningún concepto porque ningún humano puede pretender censurar la
palabra del Ser supremo, del creador del universo, de su propio creador.
Aquel es el argumento último que deja perplejos a todos los
no-creyentes… Hay que reconocer que, para cualquier espíritu racional,
no les faltan razones. Porque, como han reconocido, muy a su pesar, a lo
largo de los siglos muchos eruditos, el texto de estos libros ensalzan a
veces actitudes execrables e incurre en numerosas contradicciones e
incoherencias difíciles de sortear. Se hace entonces inevitable el
llegar a preguntarse:
¿CÓMO PUEDE SER LO SAGRADO INCOHERENTE O IRRACIONAL?
Infinitas
son las preguntas que estos textos generan en una mente racional. Por
ejemplo: ¿Cómo puede Moisés dar a su pueblo el mandamiento divino de “no
mataras” y enviar a continuación su gente de armas a exterminar todos
los moradores de una ciudad? Porque, nos explican, este mandamiento no
se referiría a toda la humanidad sino solo a los creyentes, miembros del
pueblo elegido: “no mataras a un circunciso”. Desde Cristo, esto ya ¿No
es válido? ¿Cambió Iahvé de criterio? ¿Cómo puede un Dios del que se
dice que es todo amor hacía los seres que ha creado, castigarlos con
sufrimiento, dolor, tortura, muerte violenta y genocidios? Es más: ¿Es
lícito que estos castigos los imponga el creyente al creyente de otra
secta, actuando en nombre de su dios, aunque aquel dios sea el mismo
dios que él de su víctima? En definitiva: ¿Cómo tener por creencias, por
hechos “seguros y ciertos”, unos relatos tantas veces contradictorios y/o claramente manipulados?
Se
puede lógicamente considerar que otorgarle a estos textos un carácter
sagrado permite eludir el tener que resolver coherentemente estas
contradicciones: el dogma substituye y anula la razón. Y a partir de
aquí es donde puede naturalmente aparecer este tercer elemento
definitorio de la religión: los sentimientos de veneración y temor hacia la divinidad.
SENTIMIENTO:
1/ Hecho o efecto de sentir o sentirse (sentir: experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas)
2/Estado afectivo del ánimo.
No
se puede negar que la irracionalidad otorgue a la divinidad del dios de
Abraham un carácter oscuro, que afecte inevitablemente a lo que uno
siente, a nuestro estado afectivo, que asusta y hace que estos sentimientos de veneración y de temor
sean efectivamente elementos indisociables de la religión. La
veneración sirve en muchos casos para procurar mitigar el temor e
intentar mejorar el estado de nuestro ánimo, a modo de antídoto. Si las
circunstancias de la vida proporcionan al ser humano dolor, sufrimiento,
tortura y muerte, numerosas veces infringidos en nombre de Dios y de su
religión, ¿Cómo no sentir temor a dios? Cómo no preguntarse ¿Y para eso
nos ha creado? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Me castigará menos, me
perdonará mis errores, si le dirijo plegarias, le ofrezco sacrificios y
hago penitencia? Esto parece ser la raíz del sentimiento religioso.
Una
de las explicaciones con viso de racionalidad de este hecho se deriva
de otro dogma compartido por las tres ramas religiosas: la naturaleza
imperfecta del ser humano que le impide alcanzar con la razón la
comprensión de la naturaleza y de los designios divinos. Tenemos que
convencernos de que el ser humano, aunque creado a imagen y semejanza de
Dios, en esencia, no es bueno. Fue bueno en un principio, cuando fue
creado pero, por culpa de Eva y de la serpiente, ya no lo es y solo
puede tender a serlo. Según todos los teólogos, solo la gracia divina
que se puede alcanzar con la ayuda de la religión, salvará nuestra alma
inmortal de la condena que trajo a la humanidad el pecado de Eva. El
dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte misma son solo castigos
de Dios por haber seguido un camino equivocado, por haberse desviado de
los mandamientos divinos preservados por los sacerdotes. Dios, que
quiere que el hombre se salve, se ve en la obligación de usar el castigo
a sus criaturas, como método de enseñanza, para que cada generación
aprenda de los errores de sus antepasados y procure no olvidar las
virtudes religiosas pregonadas por los profetas y los sacerdotes que
solo pueden abrir las puertas de la gracia, de la salvación. Según este
razonamiento, los que hacen caso omiso de las enseñanzas de los
sacerdotes, sufrirán en esta vida y no conseguirán salvarse, quedarán
condenados para siempre, y se pudrirán en el infierno eternamente. Y
como estas sentencias pueden ser fácilmente rebatidas por muchos
ejemplos constatables a lo largo de la historia de la humanidad, no
queda más remedio que intentar contestar a la siguiente pregunta.
¿PARA QUE SIRVE EXACTAMENTE LA RELIGIÓN?
Son
los teólogos y los sacerdotes de cada una de las sectas, los encargados
de fijar este cuarto elemento fundamental de la religión: las normas
individuales y sociales. Referentes a todos los aspectos de la vida del
Ser humano, están destinadas a establecer lo que se debe y lo que no se
debe hacer en cada circunstancia, con el fin de agradar a Dios, de no
tener nada que temer de él, de alcanzar la felicidad en esta vida y la
salvación después de la muerte. La religión ofrece pues un marco social y
político para el desarrollo de la sociedad, derivado de su concepción
particular de lo que es la vida, la existencia del hombre y del mundo.
NORMA:
Reglas que se deben seguir o a las que se deben de ajustar las conductas, tareas, actividades, etc.
Las normas y la doctrina que conforman, resuman pues la finalidad y efectividad de la religión en cualquier sociedad. Proporcionar,
e incluso si es necesario imponer por todos los medios, unas pautas de
vida a la comunidad humana, es la finalidad esencial de toda actividad
religiosa concreta y la tarea principal de los sacerdotes que actúan
como intermediarios entre la humanidad y su creador, encargados de
esclarecer los conceptos y de diferenciar el bien del mal, por medio de
la interpretación de los textos sagrados, desarrollada por los teólogos.
Ellos proclaman que la moral y la ética son patrimonio exclusivo de la
religión ya que, sin temor a Dios, el hombre no seguiría el camino del
bien y, siendo imperfecto por naturaleza, se quedaría transitando las
vías del pecado, penando en este mundo y condenando su alma inmortal al
infierno, irremediablemente. Las normas, la doctrina, descansan pues
sobre los dogmas derivados de las creencias y quedan establecidas por
los padres, maestros y sumos sacerdotes de cada secta a lo largo de la
historia. A este propósito resulta interesante hacer notar que sin
embargo, ninguno de los libros sagrados ha sido redactado de puño y
letra por los presuntos fundadores de cada secta y presuntos
interlocutores directos de Iahvé.
Ni
Adán, ni Noé, ni Abraham, ni siquiera Moisés, escribieron el Tanaj, ni
Jesús los Evangelios, ni Mahoma el Corán. Quizás en parte por ese
motivo, a pesar de proceder todos los textos sagrados de un tronco de
creencias comunes, difieren tanto los dogmas y las normas de una secta a
otra. Jesús contestó las normas seguidas por los fariseos y los
levitas. Mahoma, que habla directamente con Al-Ah, contesta la divinidad
de Cristo, dogma esencial del cristianismo, desde el 1º concilio de
Nicea (325 d.c.). ¿Muda entonces a menudo de ideas Iahvé? Pasa de ser
dios exclusivamente del pueblo elegido de los circuncisos, a ser dios de
toda la humanidad con el envío de su hijo a la tierra. Luego, 7
siglos mas tarde, ¿reniega de la divinidad de Cristo y envía un profeta último y
definitivo? ¿Puede haber más contradicciones en los dogmas que a Él se
refieren? Alguien, en todas estas historias, debe de estar mintiendo o
por lo menos no cuenta la verdad.
Estos dogmas y estas normas,
además, se complementan siempre con diversos ritos, quinto elemento
constitutivo de toda religión, que es él que más claramente todavía,
permite diferenciar una secta de la otra.
RITO:
1/costumbre o ceremonia
2/conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas
Los
ritos, que según la definición de la religión son principalmente de
oración y sacrificio, vuelven a situarnos en el terreno de los
sentimientos, arraigados en las costumbres, en las ceremonias y en la
tradición. Cualquier creyente pide favores a su dios y ofrece
sacrificios, o penitencia, con tal de facilitar la consecución de estos y
el perdón de sus pecados; el rito marca las pautas a seguir para cada
circunstancia y suele ser dirigido por los sacerdotes. La existencia de
ritos de difícil comprensión o explicación racional, como por ejemplo el
de la circuncisión, o los relacionados con la mortificación del cuerpo,
parece fundamentalmente destinada a asegurar la homogeneidad del grupo
de los creyentes de cada secta, haciéndoles participes de unas
experiencias exclusivas y altamente definitorias, con una fuerte carga
sentimental y emocional que incluso llegan a extraer su potencial máximo
de su aparente irracionalidad o falta de sentido.
Porque
lo irracional, lo que existe fuera de la razón, o dicho de otro modo:
lo que la razón no alcanza a explicar y sin embargo existe, es decir en
definitiva la ignorancia, es el terreno predilecto y abonado de la
religión. En él residen los principales motivos de su supervivencia en
todas las sociedades: la religión es lo que da sentido a lo que escapa a
la razón, al entendimiento lógico, al conocimiento empírico y conecta
por medio de la intuición, la iluminación, la enajenación o el misterio,
con lo desconocido de la vida, con la evidente ignorancia respecto al
significado de la existencia del hombre, del mundo y del cosmos. De este
modo la religión se apropia y monopoliza la explicación del milagro
definido como resultado de un acto divino que la razón humana es incapaz
de alcanzar o entender y reemplaza toda explicación lógica sobre el
misterio de la vida por una costumbre intelectual, una tradición
plasmada en un orden social inamovible que pocos se atreven a contestar
por temor a sufrir represalias de todo tipo y ciertamente un cierto
grado de exclusión social.
¿PORQUE SUBSISTAN LAS RELIGIONES ABRAHAMICAS
A PESAR DE LA IRRACIONALIDAD DE SUS DOCTRINAS?
Tres
siglos después de la ilustración, sigue sorprendiendo la defensa de
unas creencias y de unos dogmas ingenuos, por no repetir: claramente
irracionales e incoherentes, en ámbitos intelectuales como el
universitario, donde se supone que tiene que prevalecer todo lo
contrario: la racionalidad y el rigor científico. Sin embargo es cierto
también como apuntamos, que algunas experiencias espirituales,
particularmente las místicas y las artísticas que son las que
posibilitan la magia o el milagro, son difícilmente asimilables por
medio de la pura razón que solo puede articularse a partir de
conocimientos comprobados y de deducciones lógicas. Pero el caso es que
estas experiencias espirituales rigurosas tampoco son fácilmente
asimilables desde el punto de vista de la religión: a lo largo de la
historia no hay místico ni artista que no haya sido objeto de molestias,
condena o persecución por parte del estamento religioso con él que le
ha tocado convivir… Aunque en determinados casos, y en general
post-mortem, hayan podido alcanzar sonoro reconocimiento e incluso
beneficiarse del estatus de santo.
A
lo largo de los siglos, las distintas ortodoxias han sido
constantemente cuestionadas por pensadores, sabios y teólogos, lo que ha
propiciado docenas de cismas con sus correspondientes herejías y
continuos enfrentamientos violentos entre ramas distintas de una misma
religión. Así anda ahora el mundo con unas pléyades de sectas
reclamándose de alguna rama de la tradición abrahamicas: judías,
cristianas o musulmanas, protagonizando abiertamente luchas y guerras
crueles de las que son víctimas millones de seres inocentes.
En
este siglo XXI, en todas partes, la religión monoteísta anda
fuertemente imbricada con intereses políticos, económicos y culturales y
se muestra claramente incapaz de imponer el ideal de hombre religioso
que hemos descrito como referente universal porque, obviamente, el dios
de Abraham al que todos veneran, no es, ni ha sido nunca, un personaje
particularmente pacifico. En el momento histórico actual, de
construcción de una sociedad planetaria universal, la religión es un
mero instrumento de poder, utilizado directa como indirectamente, por
las facciones que se disputan el liderazgo mundial y a la postre, el
dominio del planeta. Y la mayoría de los sacerdotes de las tres
religiones se prestan a este juego, lo justifican con sus particulares
matices antes sus seguidores, pensando asegurar de este modo la
supervivencia de su particular doctrina, de sus creencias, de sus
dogmas, de sus normas y de sus ritos, que cada uno defiende siempre como
propios de la religión verdadera y auténticamente “universal”.
PRIMERAS CONCLUSIONES RESPECTO A LAS SECTAS ABRAHAMICAS
Por
todo lo expuesto anteriormente es posible afirmar que, al fin y al
cabo, las religiones abrahamicas aparecen "de facto" nacidas de una
interpretación muy simplista, infantil o ingenua y en definitiva
bastante burda, de la evidente naturaleza espiritual del Ser humano, del
mundo y del universo; une interpretación reflejada originariamente en
la(s) Biblia(s).
También podemos decir que, respecto a su papel en
las sociedades donde actúan, se le puede perfectamente calificar de
autenticas mafias del espíritu por su pretensión de monopolizar la
espiritualidad, valorar y juzgar toda actividad espiritual e
intelectual. Y sin embargo, ninguna de ella, ni la judía, ni la
cristiana, ni la musulmana podrá jamás encarnar una concepción
espiritual que satisfaga y corresponda a la autentica naturaleza
espiritual de toda la humanidad. Para poder hacerlo tendrían que
renunciar definitivamente a sus respectivas creencias, dogmas y
doctrinas que son los elementos que las definen y diferencian.
Considerando
la larga historia de la humanidad, acreedora de cientos de miles de
años, y los más de 4.000 años de los que presume la tradición
abrahamica, a pesar de algunos aspectos positivos que hemos mencionados en
la introducción de este texto pero que, deliberadamente, no hemos
desarrollados, esta tradición puede considerarse por muchas razones como
una virulenta plaga intelectual, todavía muy mortífera, que ha afectado
gran parte del género humano y de la que la humanidad tarde o temprano
tendrá que librarse para poder construir una sociedad planetaria con
verdadero carácter universal, moral, ética y espiritualmente avanzada.
La hora de las sectas abrahamicas ha pasado; están en decadencia porque pertenecen a la infancia de
la humanidad, a una concepción espiritual heredada de un pueblo de
pastores nómadas e incultos, desprovista de toda verdadera perspectiva
cósmica de la existencia.
¿PORQUE SON INFANTILES LAS TEOLOGÍAS DE LAS SECTAS ABRAHAMICAS?
El
infantilismo de las sectas abrahamicas consiste fundamentalmente en
haber plasmado, dogmatizado y sacralizado en diversos libros y
escrituras, expresiones humanas, históricas, individuales y colectivas,
de la dimensión espiritual UNIVERSAL que engendra al universo. Estos
textos han sido evidentemente redactados por seres humanos, dotados de
mentes sin duda algunas veces inspiradas pero en muchas ocasiones
también presas de la ignorancia, intelectualmente limitadas y no pocas
veces descaradamente interesadas.
Las experiencias espirituales,
humanas, de Moisés, Cristo o Mahoma, con sus grandezas y limitaciones,
han sido interpretadas, tergiversadas en su esencia y finalmente
ridículamente dogmatizadas. Su valiosa aportación intelectual y
espiritual a las sociedades en las que vivieron ha sido posteriormente
utilizada para fines materiales totalmente ajenos e incluso literalmente
opuestos a sus mismas enseñanzas.
La sacralización de unos textos
que ninguno de ellos escribió de su puño y letra, a los que ni siquiera
tuvieron la oportunidad de dar el visto bueno, es desde todo punto de
vista racional una aberración intelectual, carente de todo rigor como de
valor científico.
El
dogma judío del pueblo elegido de los circuncisos, el dogma cristiano
de la santa trinidad, el dogma musulmán del mensaje definitivo, la idea
de un dios que realmente aparece a imagen y semejanza del hombre,
antropomórfico, habitante de los cielos, creador alfarero fácilmente
encolerizado con sus criaturas, que da una tierra prometida a Abraham,
con licencia para exterminar los pueblos allí establecidos, que envía a
su hijo para salvar a los hombres del pecado original, que hace de
Mahoma su enviado especial para transmitir a la humanidad su mensaje
definitivo y le permite, de nuevo, usar la violencia contra los paganos
incrédulos, todos estos dogmas y muchos más referentes a la divinidad,
contradictorios entre sí, son de un infantilismo intelectual absoluto y
espantoso.
Seguir aferrándose a estas creencias y dogmas es quedar
anclado sin remedio en el pasado oscuro de la humanidad y renunciar a
un futuro tan luminoso y diáfano como necesario.
Por otra parte
obviar la responsabilidad de estos dogmatismos irracionales en los
actuales conflictos planetarios es una postura totalmente reprochable e
inadmisible desde el punto de vista de la coherencia intelectual.
Es
evidente que estos dogmatismos han sido y son todavía la justificación
intelectual latente e incluso muchas veces, claramente esgrimida a lo
largo de la historia por los actores de todos los conflictos pasados y
presentes surgidos en el seno y entre las tres familias monoteístas.
La
racionalidad nacida de la ilustración que a lo largo de los últimos
siglos ha intentado servir de contrapeso al dogmatismo religioso, solo
se ha podido nutrir del saber y del conocimiento, guiado por la razón y
la ciencia. Sin embargo, el hecho de que la transmisión del conocimiento
y del saber, en las sociedades monoteístas, ha estado monopolizado
históricamente durante siglos por personas imbuidas por estos
dogmatismos religiosos, explica porque estos dogmatismos siguen
impregnando todavía TODOS los SECTORES de la sociedad y en particular
prácticamente todas las opciones políticas con su corpus ideológico,
incluido a veces las que se proclaman abiertamente ateas, laicas,
a-confesionales o incluso anti-clericales. Sin embargo, poco a poco, los dogmatismos religiosos van perdiendo peso especifico en la vida intelectual de los pueblos y una nueva conciencia espiritual se va conformando entre las nuevas generaciones.
¿ES POSIBLE UNA TEOLOGÍA UNIVERSAL RACIONAL Y COHERENTE?
Como
hemos demostrado anteriormente ninguna teología derivada de la
tradición abrahamica puede pretender convertirse en UNIVERSAL sin
renunciar a su esencia, a lo que la caracteriza y diferencia. La
sociedad planetaria del futuro no puede ser espiritualmente ni judía, ni
cristiana, ni musulmana sino, por decirlo de algún modo, mucho más
allá… Su conciencia espiritual solo puede tomar distancia respecto a
estas tradiciones primitivas, infantiles o ingenuas.
La ciencia,
lentamente, en batalla constante con los conceptos anclados en las
sociedades religiosas, ha ido demostrando lo equivocado y absurdo de los
planteamientos religiosos respecto a la naturaleza del hombre, del
mundo y del universo.
La
ilustración europea del siglo XVIII trajo revoluciones políticas y
sociales así como la aparición a lo largo del siglo XIX de poderosas
teorías científicas que han supuesto una negación, irreversible por
incontestable, de muchos postulados religiosos.
La ciencia ha
demostrado que vivimos en un universo en continuo movimiento, perpetua
expansión y constante evolución, constituido básicamente por materia
(visible como invisible) y por energía en interacción permanente.
La
ciencia ha demostrado la estrecha relación entre esta materia y esta
energía llegando a la conclusión de que la primera no es otra cosa que
una forma de "energía concentrada”.
La
naturaleza espiritual, intelectual, pensante, soñadora, creadora, de un
Ser humano materialmente tan insignificante a escala cósmica, permite
intuir que del mismo modo que la energía vital es capaz de engendrar
estos cuerpos humanos dotado de facultad pensante, esta
misma energía engendra muy probablemente a escala cósmica, “cuerpos
vivos” que pueblan el
universo, constituidos de una materia que no es ni neutral ni inerte
sino que está dotada de alguna manera de un componente ESPIRITUAL
esencial. Las ultimas tendencias de la física cuántica y de la biología
apuntan a la "información" codificada en los genes como ejemplo de este
componente que se manifiesta y está presente en todo
lo vivo, todo lo que se mueve, todo lo que se expande y evoluciona.
Pensar que en toda la inmensidad del cosmos, solo el ser humano está
dotado de un poder creador y pensante es una temeridad carente de
sentido.
Este componente espiritual universal que, repetimos, debe
de estar presente en grado diverso en todo lo que engendra la energía,
en toda la materia viva, en todo lo que como todo lo vivo, nace, crece,
se expande multiplicándose y finalmente desaparece o muere transformándose, es lo único
que puede asemejarse lógicamente con lo que los religiosos de las sectas
abrahamicas han ido llamando en sus libros sagrados sucesivamente
Iahvé, Dios padre, Al-Ah y se corresponde con lo que también en otro
lugares del planeta, los hinduistas y budistas llaman Dharma, los chinos
llaman Tao o los animistas denominan simplemente esencia o naturaleza.
Esta
es una verdad donde puede confluir, más allá de todas las ridículas
disputas teológicas, los místicos con los artistas. En ella puede
hallarse una comprensión superior de todas las religiones del planeta y
conciliarse de alguna manera, por fin, la razón con la fe.
Esta
conciliación es el reto que tanto trabajo ha dado a lo largo de la
historia a los pensadores imbuidos por los credos abrahamicos, como, por
ejemplo, el teólogo jesuita Theillard de Chardin buscando
desesperadamente inspiración en el matemático ruso Vladimir Verdansky y
su concepto de la noosfera o las actuales tentativas de los
intelectuales musulmanes del siglo XXI por promover una ilustración
capaz de reformar las instituciones del Islam y alejarlas del
fundamentalismo.
Estos
esfuerzos resultan un tanto patéticos y la conciliación entre fe y
razón parece bastante lejos de quedar resuelta si no se asume la
“revelación científica”, lógica, del componente espiritual de la energía
creadora del universo, desechando de una vez para siempre la burda
“revelación” antigua de la Biblia y sus derivados que ha conducido a los
más escépticos al ateísmo mas estricto: creer en la existencia del dios
de la Biblia, tal como viene allí descrito, es un despropósito que solo
puede llevar a su más enérgico rechazo e incluso rotunda negación.
La
ciencia también enseña que nuestro saber respecto a la verdadera
naturaleza del universo es muy limitado, que no sabemos por ejemplo lo
que es la materia invisible, y que nuestro conocimiento certero avanza
lentamente, a base de hipótesis, teorías que se procuran confirmar y que
se modifican en función de cada nuevo descubrimiento, a lo largo de los
años y de los siglos.
Una teología universal y coherente debe
imperativamente substituir las creencias absolutas por conocimientos
probados y siempre crecientes, evolucionando en el tiempo, porque tenemos la certeza que en
este universo del que formamos parte absolutamente TODO está en
constante transformación, evolución y expansión.
Una teología
universal no puede regirse con dogmas inmutables sino en todo caso por
evidencias obvias, ineludibles y de sentido común, como, por ejemplo, la
incapacidad de la materia para viajar a mayor velocidad que la luz sin
llegar a desintegrarse.
Una teología universal no debe de producir
nunca sentimientos de temor hacia lo misterioso sino más bien, todo al
contrario, sentimientos de curiosidad, de amor infinito hacia todo lo
vivo, de pasión por el conocimiento, de empeño en el descubrimiento de
lo desconocido.
Una
teología universal debe de procurar siempre un sentimiento de esperanza
alegre, lleno de pasión vital, hacia el porvenir de una humanidad
amante del saber, en comunión espiritual y por fin reunida en una única
sociedad planetaria, navegando sin temor alguno en su “barco de piedra,
por los mares del cosmos”.
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