Friday, August 14, 2020

Sobre la cuestión anti taurina: El toreo y el Arte.



A MODO DE INTRODUCCIÓN. 


Abundan las personas de todos signos políticos que simpatizan y alientan a los activistas anti taurinos. Crece en la sociedad española los detractores de la llamada “fiesta nacional”, descrita ahora como “vergüenza nacional”, espectáculo bochornoso, alentador de las bajas pasiones humanas, apreciado por sádicos gustosos de contemplar la tortura infligida a un pobre animal. Se proclama que es un espectáculo al que hay que poner fin, en nombre de la modernidad, de la decencia ética y del respecto a los animales, razones todas que justifican su total prohibición. 




Se puede observar que la simpatía hacia el pobre toro sacrificado, crece del mismo modo que crece el odio hacia los toreros y las personas involucradas en el mundo del toreo. Y no faltan voces para considerar como justo castigo las heridas o las muertes propiciadas por los astados. En estos individuos, la compasión derramada hacia el toro, no alcanza jamás al torero; va dirigida siempre hacia el animal bueno y no la merece nunca el hombre: el animal malo. 


Pienso que esta visión no es en absoluto correcta, que el toreo es Arte y que el torero, el matador de toros bravos, es un artista que se merece el respecto de todo ser humano y quiero en este breve texto exponer mis argumentos.


MATAR A UN ANIMAL Y COMERSELO.


El hecho de que gran parte de la humanidad profesa una religión que venera como Ser supremo, creador del universo y por tanto de la raza humana, al dios de Abraham, dios de pastores y ganaderos, que recibió gustoso el cordero ofrecido por Abel y despreció a los frutos de la tierra entregados por Caín, permite considerar como éticamente correcto matar a un animal para comérselo.

                

La mayoría de nuestras sociedades dan así por sentado que el ser humano, como el cerdo, es un animal omnívoro y por tanto en parte carnívoro. Queda sin embargo la duda planteada por el hecho de que nuestra estructura fisiológica es más bien de mamífero herbívoro y que la ciencia parece haber demostrado que así fue realmente: en los orígenes de la humanidad y como sucede todavía en algunas comunidades, el hombre solo comía hierbas, bayas, frutas y verduras hasta que un día, por alguna razón que ha dado lugar a muchas hipótesis, empezó a comer animales.


Algunos entre nosotros piensan que esto nunca debería de haber sucedido, y que desde luego el hombre, el hombre de nuestra época, puede sobrevivir perfectamente sin necesidad de comer animales de ninguna clase y que va siendo hora de corregir este error. De hecho millones de seres humanos subsisten sin haber probado en su vida proteínas procedentes de animal muerto. Yo mismo pienso así y aliento a los colectivos veganos a exponer sus argumentos mas contundentes, sin necesidad de detenerse en la prohibición del toreo, que es, considerado desde esta perspectiva, un tema accesorio y anecdótico. Porque yendo mucho más allá, al fondo de la cuestión, lo que hay que pedir pura y llanamente es la prohibición de matar animales y no la simple abolición de la tauromaquia.





ORIGEN del TOREO

Porque lógicamente para comer un animal es preferible (aunque no imprescindible, según se observa en algunas tradiciones) matarlo antes. Y para matarlo, en un ámbito natural como el que existía cuando la humanidad se volvió carnívora, hay que cazarlo o pescarlo. Así nacieron la caza y la pesca, las Artes de caza y las Artes de pesca, adaptadas cada una al animal que se pretende cazar o pescar. 

El toreo arranca allí, en la noche de los tiempos, con el Arte de cazar al toro bravo, un animal que abundaba en nuestra península, y en sus distintas variantes, en todo el planeta. Se trata de un ser que supera la media tonelada de peso, que es muy celoso de su espacio vital, reacciona violentamente contra cualquier amenaza y que está dotado de una cornamenta poderosa, diseñada para matar a sus depredadores naturales: leones, tigres, lobos, hienas y demás carnívoros. Se entiende que la mayoría de los cazadores preferían tirarse para el conejo, la liebre, la perdiz o incluso el ciervo o el jabalí. Matar a un toro bravo, no es coser y cantar. Más si consideramos que las primeras armas disponibles eran lanzas y flechas fabricadas con madera y piedras. Un animal grande como el toro, se caza en grupo pero solo uno, el más atrevido y hábil, es el que puede darle la muerte. Matarlo no lo puede hacer cualquiera, ni siquiera intentarlo y salir fácilmente con vida; para eso hay que tener un don especial y saber hacer uso de él. Hay que dominar muy bien el Arte de matar al toro, o sea, de torear.

         


Pero este hombre, dotado para el oficio, no puede acabar solo con un toro. Porque para poder acercarse a él lo suficiente, hasta el punto de rozarle, con el fin de clavarle una espada y alcanzar con ella el corazón del animal de una estocada certera, es imprescindible, ante todo, que el animal esté quieto, inmóvil, exhausto, rendido, agotado. Y para conseguirlo es preciso cansarlo mucho por todos los medios, perseguirlo, herirlo con lanzas para debilitarle, marearle al fin con la muleta hasta que se le nuble la vista y vaya perdiendo fuerza y aplomo. Esta es la finalidad de todos los ritos que preceden a la estocada final, en el espectáculo que ofrecen el torero y su cuadrilla y que los anti taurinos denuncian como sádica tortura del animal. 
Se equivocan, no lo es, no tiene nada que ver con la tortura que solo busca provocar sufrimiento: aquí no se busca hacer sufrir gratuitamente el toro sino sencillamente debilitarlo, dejarlo cansado y agotado para poder acercarse a él y matarlo. Es Arte de caza, sintetizado en un espectáculo, para poder llegar con éxito al acto final: la estocada mortal. 


MATAR ANIMALES y TOREAR en el SIGLO XXI.

En la actualidad se matan, cada día en el mundo millones de animales, grandes y pequeños, la mayoría con un procedimiento industrial mecanizado que cualquiera, hasta un niño, puede usar. La caza ha quedado como un deporte y el animal salvaje, naciendo y viviendo en la naturaleza, en libertad, cada vez es más escaso y desde luego no constituye la fuente principal de carne para el consumo. Los ganaderos hace tiempo que tomaron el relevo de los cazadores, impusieron sus normas, crían animales con el único fin de matarlos, “fabrican carne”, manejan lo que es un gigantesco negocio y como tales, gozan de prestigio social. 





Sin embargo son responsables de un tremendo daño ecológico, por sobre explotación de recursos naturales, provocando un grave deterioro del medio-ambiente, muchas veces irreversible, e inducen incluso enfermedades y patologías degenerativas en la salud del Ser humano. Estos hechos hacen cada vez más urgente pedir para nuestra sociedad planetaria del futuro, el fin de esta cultura basada en el consumo de carne y el sacrificio sistemático de cantidades ingentes de animales criados para el matadero. La dramática gravedad y amplitud de estos hechos, de esta masacre sin sentido, no tiene comparación alguna con el toreo.



El toreo es Arte, el torero un artista, heredero de una larguísima tradición, que se juega la vida en cada actuación, para representar un mito de gran valor simbólico. El toreo es una metáfora poética de gran calado, universal, autentica, vital. El torero simboliza a todos y cada uno de nosotros; el toro simboliza el mundo al que nos enfrentamos todos, desde el momento en el que nacemos. Descubrimos que vamos a librar irremediablemente una lucha a muerte y que además, nosotros no tenemos escapatoria porque ese mundo, tarde o temprano, nos matará. Así que no nos queda otra que luchar para demorar en todo lo posible este fatal desenlace. Luchamos, como lo hace el torero, con habilidad, con astucia, con inteligencia, con todos nuestros recursos, movidos por la voluntad de vencer y de acabar, de una estocada certera al corazón, con la tremenda fuerza bruta del mundo que, de mil maneras, amenaza nuestra vida y nuestra supervivencia. Por eso, el aficionado no acude a la plaza para “ver sufrir el toro y regocijarse con el espectáculo” como denuncian los anti taurinos. Nada más lejos de la realidad. Lo que va a presenciar es como un hombre consigue sobrevivir a un enfrentamiento a muerte con un animal mucho más grande y fuerte que él, como consigue engañarlo, doblegarlo y acabar con el. 




Y el goce que se experimenta es un goce esencialmente espiritual, que refuerza en cada uno la gana de luchar y de triunfar en todas las batallas que no tenemos más remedio que librar a lo largo de nuestra vida. Este sentimiento es alimento espiritual puro, es producto del Arte más puro. Por eso ahora y siempre, el torero que interpreta, arriesgando su vida, este espectáculo, es un artista, un hombre que se merece el respeto de todos sus semejantes. Por lo menos tanto como los ídolos de la canción moderna, actores, escritores o artistas plásticos que generan innumerables tropas de seguidores y son muy dados a proclamar que su Arte es Arte grande porque procede del sufrimiento, del dolor, del sudor y de la sangre. 


LOS ANTITAURINOS

Hay objetivamente dos clase de activistas anti taurinos. Por un lado los veganos que condenan todo uso alimenticio de los animales y parecen dispuestos a considerarlos como mascotas a falta de poder devolverlos todos a un medio natural cada vez más inexistente. Son evidentemente los anti taurinos más coherentes y sensatos. Por otro lado están los “defensores de los animales” que no renuncian a comer carne y pescado cuando se le antoja pero cuya sensibilidad se ve afectada por los sufrimientos del pobre animal y “no lo soportan”. Estos segundos, que son mayoría, suelen disfrutar con mascotas de todo tipo, objeto de todo su cariño y amor, sin ponerse seriamente a considerar si el “mascoteo” no esconde muchas veces otro tipo pernicioso de maltrato animal. No pueden condenar, en sí, lo que es la finalidad última del espectáculo ofrecido por el torero: la muerte del toro y luego hartarse de comer carnes procedentes de animales matados ni se sabe (ni se quiere saber) como. Consideran los hechos que acontecen en los mataderos industriales como un "mal necesario"...




Este pensamiento resulta claramente incoherente e hipócrita: la angustia que embarga los animales sacrificados en estos lugares no es menor que el que pueda sufrir el toro en la plaza. Lo que le molesta y le choca es que la muerte suceda en público y que la gente pague por presenciarla (parecen preferir las muertes a escondidas y sin testigos presenciales de los mataderos) y sobretodo le indigna sobre manera la “tortura infligida al animal” cuando ellos se desviven por sus mascotas: caricias, mimos, higiene, vestimenta, peluquería, atención sanitaria, enseñanza y hasta asistencia psiquiátrica llegado al caso, son algunos de los servicios que la sociedad ofrece a sus animales de compañía.




Es difícil imaginar que unas mentes así configuradas puedan entender y apreciar el valor artístico y cultural del toreo. Por tanto no cabe esperar un cambio de opinión de su parte respecto a las corridas de toros. Pero sin embargo lo que no es en absoluto de recibo es su insistencia en pedir su prohibición y su abolición. Esta actitud es, a mi entender, perfectamente asimilable a la actitud de los talibanes volando las estatuas gigantes de Buda en Afganistán o las de los milicianos del Estado Islámico destrozando Palmira. Es puro fanatismo anti-cultural, que consiste en destruir lo que no se entiende y se desprecia, en nombre de una idea supuestamente superior: sea el amor a los animales o la verdad definitiva del Corán.


La verdadera cuestión no está en prohibir o no las corridas de toros, sino en poner en entredicho la naturaleza carnívora del Ser Humano, que no es tal sino fruto de una educación y de una tradición mucho mas perniciosa que la simple tauromaquia. Esta sí que es una lucha ideológica de largo alcance y muy necesaria por muchísimos motivos que afectan directamente a la supervivencia de la humanidad. El día que esta cuestión quede resuelta, que el matar animales por cualquier motivo sea considerado como delito, que el consumo de carne animal quede reducido a un nivel anecdótico, entonces se podrá prohibir con coherencia las corridas de toros.



Para cuando llegue este día y para contribuir a salvaguardar la raza del toro de lidia, propongo substituir el espectáculo de las corridas de toros, por otro donde hombres y mujeres intenten emular la hazaña de Pasifae, esposa del rey de Creta y madre del Minotauro; creo que podría resultar muy divertido, culturalmente enriquecedor y éticamente irreprochable.