El bosque de noche. Niebla entre los troncos. Aves nocturnas, y las voces del agua. Latidos.
Tras las frondas, el poeta agachado, en un disfraz de plumas, con una varita pesca.
Ascuas de temor en el pecho. Silencio. Latidos.
Ascuas de temor en el pecho. Silencio. Latidos.
Se parte un palo, se lanzan flechas…Sangre y el jugo de bayas en la orilla del río…
Hay veces cuando el poeta vuelve con el ciervo blanco, otras veces ellos son los presos de sus propios poemas. De todas maneras, después de que el frenesí creador esté llevado por los vientos, y las flechas estén colocadas de nuevo en sus aljabas, viene esta sensación familiar de la cual han hablado tantos poetas, de haber regresado de una cacería mortal en un bosque crepuscular, un bosque tan lejano en que la Distancia misma se personifica, tiene ánima, duende, Distancia que se convierte en una parte integral del proceso. Un proceso gélido y resbaladizo de sudor. Tan hermoso, tan terrible…
Luego, algunos despellejan a la bestia y cuelgan su cabeza en un museo. Vienen los turistas, y admiran la postura real que tienen sus cuernos, y se maravillan por la escarcha de su pelo marfil. Pero la cabeza ya está muda, sus fuentes de lenguajes proféticos ya están secas, el cordón de su música amputado. Es entonces que nos acordamos de Amiri Baraka: Aquellas cabezas en la pared no son la cacería.
El artista es maldito por su artefacto, que existe a pesar de él y sin él
La mente académica occidental es el mejor ejemplo de la sustitución
de la conciencia relampagueante del proceso de crear arte,
por el culto de los artefactos… El proceso en sí es la cualidad más importante
porque puede transformar y crear, la única forma fija que tiene es la posibilidad misma…
El artefacto, ya que asume una sola forma, es nada más que una sola
idea o cualidad particular. Es en este sentido, ‘después del hecho’: la única
importancia que tiene es que nos comenta algo sobre su fuente de origen…
Las redes sociales son culpables de un culto a los artefactos aun más grosero. Las fotos, las exclamaciones, los estados, los informes públicos de todo lo que ha hecho uno en un día dado (acabo de tomar un cafe, acabo de pasear el perro…etc) son todos artefactos, o cabezas que se cuelgan en la pared. Las posturas vacías se favorecen por encima de los movimientos. Algunos intentan excusarse de ello por asegurar que sitios como Facebook son nada más que herramientas como cualquier otra. Sin embargo, está cada vez más claro que las redes sociales no son medios a un fin, sino el fin de sus propios medios. Esta galería de cabezas (¿caras?), no nos cuenta de sus orígenes, de como han sido cazadas. Digamos que la cacería no es más que el propio acto de colgarlas. Cuándo vamos a darnos cuenta que todo eso es una trampa. Este bucle de retroalimentación ocurre no solamente relacionado al ego, a la validación de los colegas, y las ilusiones de la auto-exhibición, sino a la ontología con que el ego tiene matrimonio. Al someterse al gran molino de capas de contenido virtual superpuestas, nos alejamos cada vez más de las fuentes de nuestras Ideas. Ya sin poder acceder a las Ideas, se palidece y se diluye la realidad misma.
La vara que mide la realidad—que se mide sobre todo por su valor monetario, y como extension de ella, en Visitas y Me gustas—es tal que los negocios pequeños, los activistas y sus movimientos, los artistas y sus obras, se sienten obligados a proporcionar un suministro constante de contenido, publicaciones virtuales, fotos, notificaciones y anuncios en las redes sociales o cesan de existir. Aunque esta situación precaria no parece ofrecer alternativa alguna, quizá ya es hora que reformulemos nuestras estrategias. Las redes sociales nos ofrecen algunos beneficios, pero ¿a qué costo? ¿Es que realmente son tan útiles o es esta eficacia un espejismo? Recuerda los tiempos de siempre, los tiempos sin los iphone, un tiempo en que la gente estaba menos entumecida. Que si un artista abandona o repudia tener una presencia virtual no le hace ser un artista ‘menos oficial’. Que las conversaciones cara a cara, fuera de las pantallas, el repartir panfletos políticos y artísticos, el sembrar semillas, el participar en actuaciones artísticas, el cultivar comida, el aprender habilidades nuevas o el enseñar, tienen más potencia que los ‘haz clictavismos’ empleados por tantos activistas en el s. XXI. Uno puede pretender usar la herramienta de un enemigo para luchar contra ellos, pero al fin y al acabo sigue bailando al son de la música que ellos han puesto, y por lo tanto permanecen inevitablemente bajo su control. Aquellas cabezas en la pared todavía no son la cacería. Aquí, lo que es verdadero en el mundo del arte, es aun más verdadero respecto a las redes sociales. Esto es un recordatorio.
Aun así, el valor de una estrategia dada se estima en casos específicos. No quiero propugnar que cerremos puertas sin tener la necesidad. Sin embargo, hay una gran diferencia entre el empleo de una táctica dada como una entre varias, como algo complementario, y ser totalmente dependiente de ello. ¿Qué (quién) serías sin tu cuenta en las redes sociales? Podrías seguir dedicándote a lo que te dedicas? Si eliges utilizar el internet, pues deja que tu presencia sea escasa, y sobre todo impredecible. Igual que cuando los fantasmas caminan en el mundo de los vivos, deja que tus publicaciones se reciban como si fueran las incursiones de otro mundo, un mundo afuera de la realidad agresiva de Facebook y de todas las redes sociales; es decir, que sean embrujamientos.
La realidad tiene su trono en la cabeza. El internet (y sobre todo las redes sociales) imponen una separación mortal entre cabeza y cuerpo. La poesía, como todo arte verdadero, compela a la cabeza que reivindique a su cuerpo.
Una canción persa cantada por Azam Ali
La letra cuenta acerca de un cazador que no es capaz
de soltar sus perros a los conejos, ciervos, faisanes, y así
porque todos ellos le recuerdan a su amado
Ay, de volver a los bosques. De maravillarse cuando, con un arco en las manos, todo vestido de verde nuestro amor va cabalgando…
De perseguir aquellas bestias fantásticas, no por deporte, ni por ganancia, sino para perderse otra vez, en aquella danza embriagadora entre depredador y preso, entre toro y torero, o diablo y bruja…
De dejar que el desierto sea tu hogar, de florecer en el baldío, de abrazarle al exilio si debes…
(Sobre todo si eso quiere decir un exilio de las redes sociales)
De reconocer a tu amado en toda fauna, en toda flora! En todas las cosas. Por donde el golpe de la gracia se convierte en herida mortal para el poeta mismo, por donde no puede evitar sentir un gran pleamar de luto cuando se derribe el ciervo macho.
Así que, embrollados como estamos, en las angustias de la guerra, el miedo, el odio, y la vehemente destrucción del medio ambiente, en que el hombre prende fuego a su propia casa como para asar su cerdo, algunos poetas van detrás de premios en los palacios de la academia, o van cazando alabanzas en las ágoras virtuales.
Otros poetas desaparecen en el desierto. Sólo se oyen sus voces cuando se alzan los vientos.
Y son cabezas lo que van cazando.
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