Friday, August 30, 2024

LA SOCIEDAD PLANETARIA: PERSPECTIVAS FUTURAS


Desde el final del siglo XIX y coincidiendo en el tiempo con el nacimiento de la cinematografía, la emergencia de una sociedad planetaria es una realidad histórica ineludible que no puede dejar a nadie indiferente. 
Desde entonces, esta sociedad está en construcción. Es un proceso permanente, laborioso, sumamente conflictivo, que acumula tremendos enfrentamientos entre los diversos grupos humanos que lo protagonizan, hasta el punto de aparecer todos ellos como totalmente desnortados y por tanto incapaces de entender la naturaleza profunda de un proceso inevitable.
Este texto es un intento de arrojar algo de luz al respecto, desde el punto de vista último del Arte y de la Ciencia, dos ámbitos que conforman los pilares esenciales de la totalidad del conocimiento humano, revelando con precisión la dirección seguida por la evolución constante de la humanidad.


UNA SOCIEDAD PLANETARIA EN CONSTRUCCIÓN

La primera referencia para definir lo que es una sociedad es la de un conjunto de individuos que conviven bajo normas comunes. La segunda característica destacable es la idea de cooperación necesaria entre estos individuos, algo que se deriva directamente de la etimología de la palabra misma, procedente del sustantivo latino socius ("camarada, amigo, aliado").
 
Por tanto, la tarea de construcción de una sociedad implica la colaboración entre todos sus miembros  para elaborar, juntos, normas comunes de convivencia... y atenerse a ellas. Es toda la humanidad la que no tiene mas remedios que convivir en el planeta. Esta tarea empezó, institucionalmente, con el establecimiento, por parte de representantes de los principales estados colonialistas del momento, de una corte de arbitraje para tratar conflictos internacionales, a finales del siglo XIX. 




En efecto, como señalamos en anteriores textos publicados en este blog, es la  Corte Permanente de Arbitraje de La Hayacreada en 1899, la que puede ser considerada como el primer embrión institucional de esta sociedad. A partir de la constitución de esta Corte, a continuación y en paralelo, se han ido desarrollando, con el paso del tiempo, varias instituciones internacionales, encaminadas a dotar de estructuras operativas esta sociedad. Actualmente se puede decir que es la ONU, con todas las instituciones relacionadas, la organización que impulsa en gran medida este proceso.

Sin embargo de momento, no se ha llegado a articular con claridad y contundencia estas normas comunes, necesarias, bajo las cuales el conjunto de la humanidad está llamada a convivir. Por eso decimos que la sociedad planetaria, aunque siendo una realidad emergente, está todavía en proceso de construcción. Y solo llegará a ser plenamente una sociedad el día en el que estas normas se promulgan, queden aprobadas y aplicadas por todos los actores protagonistas de este proceso de construcción.


LOS PROTAGONISTAS DEL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN

El conjunto de individuos que conviven actualmente en la sociedad planetaria, está enmarcado en una multitud de sociedades parciales: locales, nacionales, regionales, multinacionales, regidas cada unas por normas especificas muy dispares, que suelen reflejarse en las distintas disposiciones jurídicas ligadas a un ámbito territorial determinado,  en su origen principalmente de carácter estatal, luego desarrolladas a través de tratados, convenios y convenciones interestatales.

Con la evolución constante de unas relaciones transnacionales que alcanzan e implican a todas las sociedades del planeta, precisamente desde el apogeo del colonialismo en el siglo XIX, ha ido surgiendo el concepto de "derecho internacional", que se presenta a su vez como primer embrión de estas normas comunes para todos, llamadas a ser explícitamente formuladas. 



Para muchos especialistas sin embargo, este supuesto derecho internacional, dista mucho de ser un ordenamiento jurídico eficiente, ya que se basa esencialmente sobre la interpretación de una serie de convenios suscritos voluntariamente entre distintos gobiernos, a lo largo de los años, en ámbitos diversos y dispares.

Por tanto, de hecho, los estados y sus respectivos gobiernos son los primeros protagonistas del proceso de construcción de la sociedad planetaria. En la actualidad, es en los distintos organismos de la Organización de las Naciones Unidas, que agrupa unos 194 estados, donde se originan las iniciativas tendentes a armonizar los componentes de una jurisdicción universal. Pero todo se hace fundamentalmente en forma de recomendaciones a los estados miembros, ya que las resoluciones de la Asamblea General no tienen un carácter vinculante y las que emanan del Consejo Permanente de Seguridad o de la Corte Internacional de Justicia, cuando pretenden tenerlo, son frecuentemente ignoradas por los interesados.

Por otra parte, no es nada raro que estos mismos estados alteren o renuncien a su adhesión a convenios y tratados, en función de los aleas de su política interna, con los consecuentes cambios de gobiernos que afectan a todas las naciones. Y en cada una de ellas podemos observar que son, claramente, los postulados mas radicales de la ideología nacionalista, los que frenan e impiden un progreso armonioso del proceso de construcción de la sociedad planetaria.


EL PROBLEMA DE LA IDEOLOGÍA NACIONALISTA

No hay ninguna sociedad donde no se sacralice el sentimiento nacionalista, patriótico, como elemento imprescindible, vertebrador de la cohesión social. El "amor a la patria", el apego a "las tradiciones", la exaltación de las diversas "señas identitarias", son valores presentadas como incuestionables e inculcadas a cada generación como referentes vitales esenciales. De todas estas ideas, de todos estos sentimientos, se nutre la ideología nacionalista que, en sus formas mas radicales, conforma unas actitudes xenófobas, sectarias y excluyentes, fuentes de discriminaciones diversas en el seno de cada sociedad.

Más allá de esto, la ideología nacionalista, en las relaciones internacionales, encubre el afán hegemonista de los círculos de poder con mayor pretensión planetaria, en particular en el seno de los estados más poderosos, imbuidos todos de un persistente sentimiento de superioridad. Una pretendida defensa de la "seguridad nacional" se convierte así en el pretexto idóneo para implementar una serie de medidas, discriminatorias o represivas, al servicio de intereses espurios. 



Para avanzar en el proceso de construcción de la sociedad planetaria es por tanto necesaria una decidida relativización de estos planteamientos ideológicos, para adecuarlos a la realidad social presente en la actualidad a lo largo y ancho del planeta. Esta realidad evidencia la multiplicidad y la diversidad de los referentes culturales en el seno de cada sociedad, reflejos de la diversidad planetaria, fruto de las constantes migraciones, de la imbricación exponencial de los intercambios de toda naturaleza entre pueblos y en definitiva, de una evolución global irreversible de la movilidad.

Los referentes culturales son vehiculados por los artistas del nuevo Arte. En cada sociedad local, los nuevos artistas poseen todos una conciencia global de la realidad, que impregna su obra y en consecuencia la cultura propia de su comunidad. De este modo, con el desarrollo imparable de las nuevas tecnologías de creación y de comunicación, es todo el planeta que entra a formar parte del horizonte vital de las personas, sea cual sea la sociedad en la que viven, contribuyendo así a la relativización de los postulados nacionalistas. 

Bien es sabido que no se puede amar lo que se desconoce. Durante muchos siglos todos los seres humanos solo han podido conocer una parte ínfima del planeta. Las tierras de su pueblo, como mucho el territorio abarcado por su comunidad lingüística y los miembros de la misma conformaba el universo donde transcurría la integralidad de la vida de la mayoría de los individuos. Y todo lo demás, lo desconocido, lo lejano, lo extraño, lo diferente, ha sido sistemáticamente demonizado, socialmente rechazado, como lugar de procedencia por excelencia del mal y de alguna amenaza potencial. Por desgracia, este fundamento espiritual muy primitivo perdura todavía en la ideología nacionalista en todas sus variantes.

Sin embargo la evolución imparable del Arte, de la Ciencia y del conocimiento en general, ha permitido que en este siglo XXI, cualquier ser humano que se lo propone puede llegar a tomar conciencia de la totalidad el planeta, viajar a prácticamente cualquier punto del globo, aprender de todas las culturas y compartir ideas, pensamientos, conocimientos, sentimientos, con cualquier semejante. Se trata, sin duda alguna, de una abertura irreversible del horizonte existencial del ser humano. La humanidad, por fin, parece alcanzar el punto anhelado por los utopistas anarquistas del siglo XIX, que formularon la sentencia: "mi patria es el mundo, mi pueblo la humanidad". Desde la estación espacial internacional, todos los astronautas están imbuidos por el profundo sentimiento de unidad que implica la disolución de unas fronteras artificialmente creadas por los estados.

Y esto sucede por una sencilla razón, que ningún credo nacionalista puede anular: es que efectivamente, cualquier ser humano puede llegar a amar al mundo como a su propia patria, a la humanidad como a su propio pueblo. Se plantea así, en la conciencia colectiva de las nuevas generaciones y a pesar de ciertas resistencias particularmente feroces, el progresivo declive de la retrograda ideología nacionalista. En las mentes más lucidas y conscientes de la dinámica evolutiva imperante, se  advierte el avance irreversible de los planteamientos de una ideología internacionalista cuya existencia ha transcurrido históricamente en paralelo a la de la ideología nacionalista.


PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA IDEOLOGÍA INTERNACIONALISTA

Es en 1864 que se constituye la que muy probablemente es la primera  organización internacionalista. Es una organización no-gubernamental, fundada por activistas del movimiento obrero, en lucha contra el capitalismo, el imperialismo, el colonialismo y el nacionalismo. Hablamos de la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.), conocida como Primera Internacional, en el seno de la cual se produjeron históricos debates, entre partidarios de dos grandes teóricos del movimiento obrero: Karl Marx y Mijaíl Bakunin.



De la misma manera que se observan muchas variantes de la ideología nacionalista, en función del uso que hacen de ella determinados círculos de poder, la ideología internacionalista presenta, según tiempos y lugares, interpretaciones muy variables. Todas sin embargo parten de una misma aprehensión de la realidad : el mundo es uno y la humanidad es una, mas allá de su evidente diversidad.

De alguna manera se puede considerar que, en el presente, la ONU es la principal organización institucional de carácter internacionalista. Así, en el preámbulo de su carta fundacional, publicada en 1945, se compromete:

"... a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos...". 

79 años después, a la vista de los mas de 50 conflictos armados que azotan actualmente al mundo, solo se puede constatar que los postulados esenciales de esta declaración, no han sido asumidos por todos, o ninguno, de los gobiernos de los estados que la suscribieron.

Por tanto queda claro que la primera meta, de cara al futuro, para los valedores de la ideología internacionalista, es sencillamente la de lograr la plena implementación de los mandatos de la Carta de la ONU, como ejercicio básico de coherencia democrática, por parte de los gobiernos de los estados, que son los protagonistas del proceso de construcción de la sociedad planetaria.




Este cometido es responsabilidad en primer lugar de los 5 países más influyentes, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho a vetos: EEUU, Federación Rusa, China, Reino Unido y Francia. Como líderes mundiales corresponde a sus gobernantes liderar el proceso de construcción de la sociedad planetaria. Ha llegado la hora de movilizar la sociedad civil para exigirles que lo hagan, alejándose de los planteamientos nacionalistas, sin hipocresía, de manera eficiente, por coherencia y respecto a la voluntad del amplio conjunto de la humanidad.


BLOQUEO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD PLANETARIA

Para que los protagonistas consigan avanzar en la construcción de esta sociedad, es absolutamente necesaria una voluntad política clara en este sentido, inequívoca, por parte de los gobiernos de los 5 países mencionados anteriormente. Se trata sencillamente de elaborar  una visión compartida de futuro político para el conjunto de la humanidad, sobre la base de un ordenamiento jurídico solido, consensuado, aprobado y respectado por todos: es decir establecer como vinculante un autentico Derecho Internacional.

Sin embargo, como todo el mundo sabe, este grupo de 5 países, está actualmente profundamente dividido entre dos bloques claramente enfrentados: EEUU, Reino Unido y Francia por un lado, versus Rusia y China por otro. Mientras perdure este enfrentamiento estéril, no habrá posibilidad de avanzar decididamente en la construcción de la sociedad planetaria y seguirán los conflictos, sin viso alguno de resolución.

Cabe recordar sin embargo que la posición que ahora ocupan estos 5 estados se debe a que fueron, en algún momento, aliados. En el curso de la segunda guerra mundial, juntos derrotaron a países como Alemania, Japón e Italia, países ahora firmes aliados del bloque occidental. Nada mas finalizar la guerra, en 1945, estos vencedores impulsaron juntos la ONU. Pero enseguida debutó un enfrentamiento entre EEUU y la entonces Unión Soviética liderada por Rusia, en lo que se conocerá como "guerra fría". Quedó así en evidencia que los postulados internacionalistas, claramente expresados en la Carta fundacional de la ONU, frutos de la conmoción que produjo la barbarie desatada durante los 6 años de guerra y ampliamente respaldados por la población mundial, quedaron desde el inicio en papel mojado, para los gobernantes de muchas naciones. 


El internacionalismo propio de la ideología comunista soviética, compartido por el gobierno chino de Mao Tse Tung, constituido en 1949, chocó frontalmente con la voluntad hegemonista del capitalismo anglo-sajón y de sus aliados ideológicos. En efecto, el componente ideológico globalista de estos últimos se sustenta sobre alianzas militaristas diversas, integración económico-financiera referenciada en el uso del dólar estadounidense y el desarrollo de una cultura universal asociada al uso generalizado del idioma ingles... De aquí su evidente finalidad hegemonista.

En la actualidad las relaciones entre los dos bloques, lejos de mejorar, parecen estar a punto de alcanzar un nuevo estado de crisis especialmente peligroso, acercando incluso la amenaza de una tercera guerra mundial que la humanidad no se puede permitir.

A pesar del falso argumento que atribuye un afán imperialista al gobierno ruso a raíz de la guerra en Ucrania, parece claro que la principal responsabilidad de esta preocupante situación recae indudablemente sobre el fallido liderazgo mundial ejercido, durante todos estos años, por los EEUU. En efecto, que se comparta o no la implementación de la cultura política desarrollada por la ideología comunista, por la extinta Unión Soviética o por la actual República Popular de China, justo es de constatar que son los EEUU y sus aliados los que no han cesado en su política agresiva hacia estos dos países, a lo largo de mas de 7 décadas.



Al contrario de la política exterior estadounidense, caracterizada por un discurso público de defensa de las libertades y de los valores democráticos, acompañado de una injerencia directa y sistemática en los asuntos internos de la práctica totalidad de los países del mundo, la orientación fundamental de la política exterior, tanto de Rusia como de China, ha sido y sigue siendo, de defensa a ultranza de su propia independencia, de propuesta de una coexistencia pacifica, ejerciendo a la vez una firme oposición a las pretensiones hegemonistas del conjunto de países capitaneados por EEUU, claramente constatables en los tres aspectos fundamentales de las relaciones de poder: militar, económico-financiero y mediático-cultural. 

No hay en consecuencia una responsabilidad compartida por igual entre los dos bandos enfrentados en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Lógicamente esta responsabilidad solo es imputable al miembro más poderoso, desde su fundación y hasta el día de hoy, de la organización: los Estados Unidos de América, y solidariamente, a todas las naciones que, por diversas razones y circunstancias, secundan activamente su política exterior.

Esta realidad está resultando cada día más obvia para los gobiernos de una mayoría de países miembros de la ONU, que acogen con agrado la propuesta de "comunidad de futuro compartido", formulada por el líder chino Xi Jinping, y participan de las diversas iniciativas asociadas, en términos económicos, medioambientales y culturales. Esta misma realidad es la que está propiciando el diagnostico generalizado de "decadencia global del liderazgo occidental" que pone en evidencia la necesidad urgente, que tiene el bloque occidental, de reconsiderar en profundidad su actuar en el seno de la sociedad planetaria.


LA NECESARIA RENOVACIÓN IDEOLÓGICA DE OCCIDENTE

Frente a la loca amenaza, planteada cada vez con mas frecuencia por distintos círculos de poder occidentales, de estallido de una nueva guerra mundial, de tremendas consecuencias e incierto desenlace, conviene apelar una y mil veces a la cordura, a una amplitud de miras y a la responsabilidad, de todos los gobernantes.

La ideología capitalista liberal, que caracteriza la cultura política de occidente, coloca la economía, entendida como fuente inagotable de beneficios financieros, en el corazón de toda la actividad política institucional. En la practica totalidad de las decisiones políticas, el criterio económico es el determinante. Así, en los países occidentales, los círculos de poder económico-financieros prevalecen, condicionan o directamente subordinan, los círculos de poder políticos, institucionales (legislativos, ejecutivos, judiciales) y por supuesto, por pura necesidad, los poderes mediáticos-culturales.

Uno de los ejemplos más elocuente de esta realidad es, sin duda alguna, la decisiva influencia que ejerce sobre la política y los medias estadounidenses, los accionistas del gigantesco complejo industrial militar de aquel país. Cuentan con corporaciones que manejan presupuestos muy superiores a los de la mayoría de los países del mundo. Y, obviamente, la prosperidad de este importante sector industrial depende en su totalidad de la perpetuación de los conflictos armados, a lo largo y ancho del planeta, tarea que queda encomendada al desarrollo de la política exterior del gobierno. Bajo el pretexto siempre proclamado de "defender las libertades y la democracia", el poder militar se pone al servicio de una política hegemonista de sumisión económica y cultural de la totalidad del planeta. 

He aquí el principal circulo vicioso que occidente debe de romper definitivamente para iniciar su renovación ideológica. Y sin embargo, peligrosamente, estamos asistiendo a un proceso totalmente opuesto, de desarrollo sin precedente de los presupuestos y gastos militares, en todas partes. Una decisión que los políticos occidentales no dudan en justificar con el manido y pérfido argumento, formulada en Roma al final del siglo IV, que reza: "Si deseas la Paz, prepárate para la Guerra". 

Cuesta mucho entender tal magnitud de ceguera ideológica entre unas élites políticas occidentales que aparecen, de facto, como totalmente subyugadas por los círculos militares mas estrechamente ligados a ciertos intereses económico-financieros, en contra del sentir mayoritaria de las poblaciones que pretenden, "democráticamente", representar.

Los lideres y en general el conjunto de las élites occidentales, se deben de considerar cabalmente la emergencia irreversible de un mundo multipolar, y asumir que las naciones occidentales nunca mas podrán seguir ejerciendo el papel protagonista que han tenido y disfrutado, a lo largo de los últimos siglos, ni siquiera desatando, desesperadamente, un nuevo conflicto de dimensiones planetarias.

De este ejercicio de renovación ideológico, basado en una comprensión profunda de la dinámica internacionalista que impulsa la construcción ineludible de la sociedad planetaria, depende inevitablemente la bondad del futuro que espera a las poblaciones del hemisferio occidental.


ASPECTOS IDEOLÓGICOS DEL BLOQUE ORIENTAL

En el "bloque oriental", chino-ruso, destaca sin duda el asombroso éxito que está cosechando la gestión del liderazgo ejercido por el Partido Comunista de China, desde su ascensión al poder en 1949. Se trata de un hecho universalmente reconocido.

En occidente, muchos analistas coinciden en atribuir gran parte de este éxito al abandono, por parte del PCCh, de la ortodoxia marxista en materia económica, iniciado al final de la década de los años 70 del pasado siglo, bajo el mandato de Deng Xiaoping. Sin embargo parece muy discutible la afirmación de que, desde entonces, "China es un país capitalista", incluso cuando se matiza añadiendo "… en lo económico".
 


En efecto, si bien es cierto que las reformas económicas implementadas incorporan medidas propias de la economía capitalista occidental, hay un aspecto fundamental que marca una diferencia incontestable y no es otro que la subordinación de los poderes económicos al poder político, cosa que, como acabamos de señalar, no suele suceder en el ámbito occidental.

Esta primacía absoluta del poder político sobre los demás centros de poder, militares, financieros y mediáticos, se advierte también en la actual Federación Rusa gobernada por el presidente Putin. Es un hecho de carácter cultural, seña de identidad del bloque oriental, cuyo origen pertenece en gran medida a la ideología marxista del PCCh y de la extinta Unión Soviética, que atribuye el monopolio del ejercicio del poder a las instituciones del estado. 

En este ámbito ideológico es toda la actividad, publica y privada, que queda subordinada a las decisiones políticas del gobierno, dibujando así el carácter "autoritario" que se atribuye, desde la perspectiva occidental, a los regímenes del bloque oriental.

Las consecuencias de esta praxis del poder, afectan a la totalidad de la vida de las personas, su libertad de movimiento, de emprendimiento o de expresión, por conllevar la persecución de toda actitud contraria a las decisiones tomadas por el gobierno y trasladadas al ordenamiento jurídico, muchas veces sin previo debate público verdaderamente transparente. Se antepone siempre a la libertad individual, la responsabilidad colectiva, tal como queda establecida por los actores del poder político. No queda espacio útil para cualquier forma de disidencia u oposición, ni individual ni colectiva. 



Sin embargo es preciso reconocer que cuando las decisiones políticas adoptadas son socialmente acertadas, favorecen el desarrollo económico y el bienestar general de la inmensa mayoría de la población, esta forma de gobernar se revela como tremendamente eficiente para alcanzar los objetivos fijadosLas protestas populares son escasas, atentidas con rapidez cuando se estiman legitimadas, duramente reprimidas cuando se estima que no lo son. Reina el orden y la seguridad de las personas, estadísticamente muy por encima de los niveles alcanzados en los países occidentales autodenominados democráticos. Es, sin lugar a duda, lo que viene evidenciando la gestión desarrollada, a lo largo de los años, por el PCCh.                                                                                              
Así las cosas, no hay duda de que, tanto los países del bloque oriental como los del bloque occidental, deben de encontrar la manera de avanzar juntos en una misma dirección, para lograr el establecimiento de una sociedad planetaria armoniosa y respetuosa de la diversidad cultural esencial, propia del conjunto de la humanidad. Y aunque asombrosamente ignorada, burlada y menospreciada,  esta dirección está ya sin embargo claramente establecida desde el final del siglo XVIII, reafirmada, actualizada y concretada al poco de finalizar la segunda guerra mundial... solo queda valorarla, seguirla con firmeza, sin titubeos.


PRINCIPIOS UNIVERSALES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD PLANETARIA

Como señalábamos al empezar este texto, toda sociedad se compone de un conjunto de individuos que rigen su convivencia en base a unas normas comunes. Al día de hoy las únicas normas claras que han sido suscritas por todos los protagonistas de la construcción de la sociedad planetaria, los estados miembros, son las que recoge la "Declaración Universal de Derechos Humanos" aprobada por la ONU, organización internacionalista, en 1948.



Son unos principios que, inspirados en la primera "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano" promulgada por la Asamblea Nacional francesa en 1789, adquieren un carácter universal y están siendo llamados a orientar las normas de convivencia en el seno de la sociedad planetaria. Por tanto, tienen que estar plenamente asumido por todos y en primer lugar por los gobiernos de los estados mas poderosos, independientemente de su cultura política.

Sobre el papel, todos los países miembros de la ONU se adhieren a los 30 artículos formulados en esta declaración. Sin embargo, en la realidad cotidiana, reflejada en las disposiciones jurídicas y en las sentencias judiciales pronunciadas en cada estado, ninguno aplica estrictamente las directrices que esta declaración recoge. En 155 países la violación de estos derechos es incluso preocupante, según acreditan varias asociaciones de defensa de los derechos humanos. ¡Son mas de las 3/4 partes de los estados miembros de la ONU! Claramente, esta realidad no se corresponde en exclusiva con regímenes "autoritarios" sino también con países "democráticos"incluido los propios Estados Unidos de América.

Es hora de que esta situación insoportable deje de prevalecer. Los estados, todos los gobiernos de los estados, deben de empezar a priorizar, en cada unas de sus actuaciones, el cumplimiento estricto de la declaración universal de derechos humanos de la ONU.

En este sentido, como primera medida urgente, se impone una revisión exhaustiva de todas y cada una de las jurisdicciones estatales para desterrar de ellas cualquier disposición contraria a los principios enunciados en la Declaración.

La segunda sería colocar, en todas parte, la enseñanza de los derechos humanos en el centro de la educación de las nuevas generaciones. Muy por encima de la enseñanza de los valores patrióticos o religiosos, que siguen siendo en la actualidad las principales fuentes de adoctrinamiento, responsables de la mayoría de los conflictos en el seno de la sociedad planetaria. Estos valores no son en esencia incompatibles entre si sino, al contrario, perfectamente complementarios. La Declaración reconoce y pide explícitamente el respecto, tanto al derecho a la libertad religiosa o ideológica, como a la singularidad cultural propia de todas las patrias. Simplemente rechaza claramente cualquier superioridad de unas respecto a las otras y proclama la igualdad intrínseca de los derechos de todas y cada una, en el ámbito planetario.

No hay duda de que para implementar estas tareas ineludibles, se debe de plantear una reforma profunda del funcionamiento actual de la ONU para dotar a la organización de una potestad de la que adolece en la actualidad. Esta es la senda a seguir de cara al futuro, la única posible, impuesta por la evolución inherente al desarrollo de una humanidad condenada a construir la sociedad planetaria. Y es del todo preciso evitar, por todos los medios, que la realización de este objetivo fundamental sea finalmente alcanzada al termino de una nueva guerra mundial, que demasiados círculos de poder irresponsables se atreven a plantear como poco menos que inevitable. Solo la movilización ciudadana y una presión constante, ejercida por las comunidades artísticas y científicas, sobre los círculos de poder, en cada estado, puede lograr este avance decisivo en la construcción de nuestra sociedad planetaria.

Vincent J.M. Biarnès - 2023