Friday, October 2, 2020

DE LAS RELACIONES SEXUALES

 



SEXO y RELACIONES HUMANAS

Decimos muy a menudo que el Ser humano se convierte en humano con las relaciones que establece con sus semejantes. Estas relaciones se sustentan en la comunicación por medio del lenguaje, palabras o gestos, y se definen usualmente como políticas, sociales, laborales, económicas y familiares. En este último apartado, como una especie de sub-categoría, se suelen englobar las relaciones sexuales.
Sin embargo, entre todas las formas de comunicación que un Ser puede establecer con otro Ser parece evidente que ninguna sobrepasa, en intensidad e intimidad, la que se deriva de un contacto físico entre dos cuerpos animados por un espíritu inquieto y espoleado por el deseo sexual.
Porque el deseo sexual, que aparece como algo principalmente instintivo y destinado a asegurar la perpetuación de la especie, es algo que todo ser humano, macho y hembra, experimenta a lo largo de su vida y, en algunas épocas de una manera singularmente intensa e insistente.
Es el caso evidente en la juventud cuando el Ser empieza a sentir este deseo de manera consciente y anhela realizarlo con urgencia por tratarse de algo nuevo y desconocido. Y es entonces cuando el Ser humano se enfrenta con una larga serie de prejuicios y convenciones sociales, propias de la sociedad en la que vive, que lo sumerge en un mar de dudas, contradicciones y frustraciones con consecuencias demasiadas veces desastrosas para su salud mental y física.
Basta echar un vistazo sobre todo lo que concierne el sexo en nuestra sociedad para constatar el gigantesco descoloque en él que viven nuestros contemporáneos, en su mayoría incapaces de disfrutar de una vida sexual plena, armoniosa y totalmente satisfactoria. Abundan así los hechos que revelan una profunda confusión que conduce muchas veces a dramas tan tremendos como la violencia de género, la pedofilia, la homofóbia o la explotación sexual.
Hace ya siglos que nuestra sociedad abandonó los sabios conocimientos del paganismo para someterse al dictado de una concepción de la sexualidad, derivada de los dogmas judeo-cristianos, que prevalece todavía en la mente de los ciudadanos a pesar de los importantes cambios introducidos en el ordenamiento jurídico de nuestro país a lo largo de los últimos 40 años: divorcio, aborto, matrimonio homosexual, violencia de género.

 

SEXO y CONVENCIONES SOCIALES

El hecho de englobar las relaciones sexuales dentro de las relaciones familiares es ya de por sí, muy esclarecedor del enfoque sesgado que preside en las mentalidades comunes. Se debe a la evidencia de que la copulación es, o ha sido durante mucho tiempo, la única manera de procrear y por tanto de iniciar una familia. Y de hecho todas las religiones monoteístas, (judía, cristiana y musulmana) han estado enseñando a sus seguidores, con más o menos insistencia, que la práctica de las relaciones sexuales debe de tener como única finalidad: engendrar. El practicar sexo como forma de relacionarse o por pura afición al dar y recibir placer, está considerado como pecaminoso y moralmente rechazable. Esta terrible idea sigue muy arraigado en grandes sectores de nuestra sociedad y se trasmite de generación en generación, de forma sistemática, en muchos lugares.
 
Como consecuencia, la primera característica del ámbito donde se coloca las relaciones sexuales es su restricción a la relación de pareja que deriva, en la religión judía como en la cristiana, en la normalización de la monogamia, sancionada por el matrimonio. Un matrimonio que ha sido, y sigue siendo en muchas comunidades, indisoluble e irreversible. La práctica de relaciones plurales, la poligamia y el sexo en grupo que prevalecieron durante muchos siglos entre las comunidades humanas, ha quedado doblemente estigmatizada como perversa e inmoral, tachada de libertinaje; lo que no impide que se siga practicando en mayor o menor medida en todas las esferas sociales. En la religión musulmana, en razón de las circunstancias vitales del profeta, la poliginia sigue aceptada pero sin embargo, en el ámbito de las tres religiones, podemos decir que la poliandria ha quedado en la práctica, reducida a la mera prostitución.

La segunda característica universal, que marca todavía las relaciones sexuales en todas las sociedades, es el machismo es decir la preponderancia del macho sobre la hembra y es el fundamento de lo que algunos prefieren llamar el patriarcado. Se trata de un prejuicio que no es patrimonio exclusivo de los hombres sino que es compartido por un alto porcentaje de mujeres. De él se deriva de que la mujer es considerada como una propiedad del hombre, sometida a su voluntad, incluso cuando las leyes proclaman la igualdad de los géneros. Por eso son tan frecuentes los dramas provocados por la violencia desatada contra las mujeres por parte de sus parejas que se otorgan sobre ella derecho de vida o muerte.

La tercera característica dominante es la condena hecha a todo deseo que no se enmarque dentro de la heterosexualidad, es decir el rechazo a la homosexualidad, tachada de antinatural y tratada por muchos como una enfermedad. Aunque paulatinamente los derechos de los homosexuales se vayan reconociendo en el ordenamiento jurídico de muchos países, el rechazo que padecen es todavía omnipresente y profundamente arraigado.

Estos tres prejuicios son los principales causantes de los traumas padecidos por los Seres humanos a la hora de intentar realizar sus deseos sexuales. Y esos traumas están en el origen de comportamientos realmente aberrantes como la pedofilia que está tan presente en los colectivos que predican la castidad absoluta como regla de vida, imponiendo a sus miembros una sexualidad contra natura. Son también los causantes de un fenómeno considerado universal que es la prostitución o explotación sexual de las personas, consecuencia de la doble moral y de las contradicciones que la religión impone inevitablemente a sus seguidores.



SEXO y DESEO

¿Es realmente reprobable desear varias personas o considerar que todo hombre y toda mujer tiene derecho a desear a otras personas sean o no del mismo sexo? Por supuesto que no. Y no solo que tenga derecho, sino que tales deseos son totalmente naturales, sanos, ética y moralmente respetables. Todos (o casi todos) hemos experimentado el deseo de compartir relaciones sexuales con varias personas, de manera simultánea o sucesiva, y muy raramente la atracción sexual está dirigida exclusivamente hacia una sola persona a lo largo de toda una vida. El deseo de abrasar, acariciar, besar y dar cariño o placer, es un deseo absolutamente natural que ni está ni tiene porque estar limitado a una única persona, tanto en el marco de una relación heterosexual como en una homosexual.
Sabemos que históricamente esta imposición de la relación de pareja como la única socialmente válida tenía un objetivo principal: asegurar la paternidad y en consecuencia la transmisión de la herencia. Hoy en día, una mujer puede decidir con total seguridad cuando quiere o no quedar fecundada, y en caso de alguna duda sobre la paternidad, las pruebas genéticas convierten este objetivo en fútil. Se puede pensar que, entre otras cosas, se mantiene también la preeminencia jurídica del matrimonio para facilitar el control de las instituciones sobre las personas y los bienes.
Pero la opción de una relación de pareja excluyente debe de considerarse como una decisión libre de dos personas, temporal o permanente, que, posiblemente, puede ser muy beneficiosa a la hora de crear una familia y conseguir mantenerla unida. Sin embargo en ningún caso debe de convertirse en una norma obligada, ni considerarse como la única relación social y moralmente válida. En la satisfacción del deseo sexual solo hay una norma de obligado cumplimiento y es la participación voluntaria de cada uno, la aceptación consciente de la relación por parte de los interesados, es decir la reciprocidad del deseo. No hay otra.



SEXO y AMOR

Muchas personas opinan, en consonancia con los prejuicios anteriormente expuestos, que no debe de haber sexo sin amor. Pero todos sabemos que no es necesario amar una persona para poder sentir deseo sexual hacia ella. También puede haber amor sin atracción sexual ya que el amor tiene una importante componente espiritual que puede bastarse a sí misma. Sin embargo, generalmente, el amor nace de una doble atracción, física y espiritual, entre dos personas. El amor va mucho más allá del simple deseo sexual y se convierte en un sentimiento que exige la continuidad en el tiempo de una relación basada en una afinidad espiritual y que conlleva el deseo mutuo de compartir las experiencias vitales, de caminar junto por la vida.
No hay, como bien se sabe, fuerza espiritual más potente que el amor, que consiste esencialmente en buscar sin descanso la felicidad del Ser amado y encontrar en ello su propia felicidad. El dar y recibir placer por medio de las relaciones sexuales forma parte de esta felicidad que persigue todo Ser humano. En una relación de pareja, amorosa, procurar felicidad al otro pasa por satisfacer, en la medida de lo posible, todos sus deseos, deseos sexuales hacia terceras personas incluidos, cuando estos se dan. La posesión, los celos, los “cuernos” y demás “infidelidades” no tienen nada que ver con el saber amar, sino que son reveladores de todo lo contrario: la falta de amor y la ignorancia. La comunicación libre de todo prejuicio, la franqueza, la claridad, la sinceridad absoluta, son requisitos indispensables para preservar y fortalecer día a día una relación amorosa. Ser infiel no es tener sexo con otras personas sino engañar y mentir a su pareja respecto a sus propios deseos, es no saber amar. La persona enamorada que cae en mentiras o en reproches a los deseos de su pareja, sencillamente no sabe amar porque está contaminada por los prejuicios que acabamos de denunciar. Cuando dos personas se aman y saben cómo amarse, solo experimentan felicidad a lo largo de su vida y por eso se puede decir que el amor es la fuerza que mueve el universo o, como dicen los religiosos, que Dios es amor. Pero cabe preguntar ¿cuántas personas saben amar?



LO QUE ES URGENTE DECIR A LOS JÓVENES RESPECTO AL SEXO.

Resumiendo de forma didáctica lo dicho hasta ahora, nos parece importante recordar siempre que para amar, eso es lo que hay que saber y nunca olvidar respecto a las relaciones sexuales:
- Cualquier clase de deseo sexual tanto del hombre como de la mujer es totalmente respetable, sano y natural. Tener relaciones sexuales es una hermosa manera de comunicar de forma profunda e intensa con sus semejantes.
- La relación de pareja exclusiva y excluyente es solo una opción entre muchas otras que no debe de ser considerada como la única norma socialmente, moralmente y jurídicamente reconocida y aceptada.
- Desear a varias personas de otro o del mismo sexo, de manera simultánea o sucesiva, es tan natural como desear a una sola. El sexo puede practicarse con una o varias personas según se desea y se presentan las circunstancias en cada momento.
- Nadie se convierte en propiedad de nadie por tener una relación sexual. Hombres y mujeres son absolutamente iguales y libres de realizar sus deseos más íntimos como le apetece y de satisfacerlos plenamente.
- La única norma de obligado cumplimiento es la participación voluntaria de cada uno en las relaciones sexuales que mantiene. Nadie debe de tener relación contra su voluntad, ni abusar de nadie por su edad o desconocimiento. No hay más normas que cumplir.
- El amor es libertad y dedicación total a la felicidad del Ser amado. No debe de implicar nunca frustraciones de los deseos del otro sino, todo al contrario, una contribución activa a su realización más armoniosa.